Estamos en los albores de un periodo electoral. Vamos a ver cómo entra en función el voto del pueblo. Hemos de tener en cuenta que el futuro de toda la nación -el de millones de personas-dependerá en gran medida de quienes resulten beneficiados en este envite.
Ha llegado la hora del cambio. La hora de los pronósticos. La hora del chollo para unos, de la sequía para otros. La del cuarto poder: la de los medos informativos; y de las encuestas electorales.
En esta ocasión con los mismos colores y parecidos programas -pero con distintos intérpretes- el futuro es una incógnita. ¿Qué será de Cataluña? ¿Cómo combatirán el paro? ¿De dónde sacarán el dinero para reparar el daño sufrido por los jubilados pobres? ¿Que harán con las demandas sanitarias en fase crítica? ¿Y con los naranjeros que se han negado a cosechar el fruto porque no se vende? ¿O por aquellos que se quedaron sin vivienda? ¿O por los que llevan años -contra su voluntad- sin dar un palo al agua? Una lista interminable...
La lógica manda que los llamados a gobernar y sus rivales se pongan de acuerde para -todos a una- modernizar el ferrocarril de Extremadura y así, sucesivamente, para administrar vidas y haciendas sin perder el dinero en viajes, comidas, fiestas y otros cencerros. Lo primero es vivir...
¿Soy un pesimista? No. Soy un observador que ve la realidad desde el recodo que abre paso al más allá. Y no falla.
¿Es un imposible? Empiecen por la escuela. No pierdan el tiempo.
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