Sin remedio por dos razones: porque sus medidas, la de los políticos a la española ante un problema, no son de utilidad y están pensadas para cosechar votos; y porque, ya se sabe, animan al cansado contribuyente a trampear las leyes y cobrarse la carga tras mil antídotos; y si no pudieren cierran el negocio y la cebada al rabo.
Lo triste del caso no son los perdedores de siempre, -que conocen el percal-, sino los que hacen política para promover la pérdida de puestos de trabajo; obligan a sus víctimas a cambiar lo "poco" por la "nada".
En España, están vacantes miles de puestos de trabajo en la nómina de guardamontes y que podrían evitar los incendios forestales y facilitar la pervivencia de bosques productivos que, al propio tiempo, evitarían la erosión de la tierra y ayudarían al logro de la pureza atmosférica.
Sobran políticos inútiles y hacen falta más médicos y auxiliares sanitarios en los hospitales y otros centros dedicados a la medicina social. ¿Les hacen caso? No.
Y no olvidemos a las escuadras dedicadas a la seguridad ciudadana en el ámbito nacional, desatendidas y mal dotadas si se comparan con otras policías autonómicas de inferior rango.
Ni echemos en saco roto otros fallos, cuando no lujos de alto vuelo, a cargo del erario público.
Da vergüenza ver a estos políticos tirándose los trastos para dar donde más duele, los unos a los otros, cuando millones de españoles se mueren de hambre por no tener trabajo.
Y no sigo porque entristece de veras.
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