El gran problema de España, el,secesionismo catalán, está envenenado por una disputa en la que se juegan los derechos de una región (o de varias) para constituirse como nación soberana, mediante un referéndum a celebrar en un corto plazo de tiempo.
Parece mentira que una reforma de esta trascendencia se pretenda resolver con tal simpleza, sin tener siquiera en cuenta que el solo planteamiento del tema nos está costando un dineral.
No se sabe si nuestros políticos tienen atrofiado el núcleo discursivo mental, por no ser capaces de buscar soluciones alternativas ante tal propuesta secesionista.
Con el más sencillo examen del poderío vigente en España, se descubre que está constituido por dos series: la racionalidad transversal (el poder legislativo, el ejecutivo y el jurídico) de una parte, y el apasionamiento vertical (poderes del Estado, de las CC.AA. y de los Ayuntamientos) de la otra.
Se puede advertir que así como los poderes transversales citados responden con disciplina y normas estables para el cumplimiento de su tarea, los verticales se han desarrollado sin orden ni concierto. Los políticos de turno algo tuvieron que ver en este desaguisado. Y el turno de inquietudes y revueltas corrió por cuenta de los partidos políticos que más presumen de organización y eficacia. Este el caso: nadie quiere que el problema se resuelva con violencias pero... no paran de tocar los tambores bélicos.
El empeño tiene su explicación.
(Continuará).
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