Los tres poderes -legislativo, ejecutivo y judicial- soporte básico de toda nación constituida, han de ir coordinados y ser independientes dentro de la ley. Esta condición se olvida por la mayoría de los políticos del montón cuando tratan que la ley se ajuste a su doctrina con calzador. Con ese bagaje suelen alardear en público, orgullosos, con su pregonada fe democrática.
De otra parte, los tres poderes ejecutivos -el del Estado (central) y el de las CC.AA. y Ayuntamientos- han de estar coordinados y actuar, también, ajustándose a la ley y al dominio limitado a su jurisdicción. No obstante los apoderados suelen salirse del tiesto sin novedad; sin que el pueblo fiel tome conciencia de que el orden democrático y las obligaciones de este mandato o se cumplen por todos o se rompe la baraja y !adiós partida de julepe!
Para resumir: cada uno (salvo excepciones) va lo suyo y lo último que cuenta es el bienestar de las multitudes que pagan las facturas; con manifestarse en la calle no basta y al paso del tiempo desgasta.
Las leyes pueden y deben mejorarse y para ello existe un camino ya trazado que también sirve para el cambio del límite territorial.
Los secesionistas no miran estas cosas y pretenden arreglar entuertos haciendo ruido Y el ruido, no lo olviden, casa bien con la violencia. Son como los tambores de guerra.
Para evitar esos males-me dirán- tenemos el diálogo. Es cierto. Pero dialogar solo es efectivo entre quienes siguen los dictados de la ley.
Lo demás son diálogos de sordos.
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