No lo entiendo. Millones de personas sufren en nuestro entorno y están condenadas sin remedio a no salir de su pobreza. Esto lo saben los políticos. Su razón de ser -la de los políticos- está ligada a constantes y solemnes promesas cargadas de soluciones en beneficio de los más necesitados.
A medida que las gentes terminan por comprender que el dinero es un elemento básico para el remedio de desgracias y la conquista del bienestar propio y ajeno, surgen los políticos para que el reparto sea justo. Estos se anuncian como celosos y providenciales gestores para controlar los manantiales monetarios y llevarlos por el cauce de la justicia social.
Frente a otras actividades, los políticos deben mostrarse eficientes desde el púlpito de la honradez y por medio de soluciones tan justas como impecables, sin apropiarse de aquello que tocan o manejan porque no es suyo; y jerarquizando el orden a seguir para atender prioritariamente lo que más y mejor contribuya al bienestar de la mayoría necesitada. Por ejemplo manteniendo viva y pujante una auténtica y buena escuela, sin olvidar el norte marcado por el decálogo.
No tomen a España como ejemplo donde, puestos a desgraciar a la marrana antes de llevarla al matadero, se apropian los líderes de conocimientos -títulos y diplomas- por la vía de la falsificación y la mentira como máximo esfuerzo.
Esto se llama corrupción, basura, mierda...
Henos aquí, sin remedio. Se ha descubierto el pastel y... ¡todo sigue igual!
¡Eso sí! Echan la culpa a los muertos. Es para comer cerillas, que decían antiguos fumadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario