viernes, 14 de septiembre de 2018

LAS MINORÍAS NO PUEDEN GOBERNAR

    El caso, por imposible, solo se puede dar en países divididos y en crisis. Un partido derrotado en unas elecciones no puede ejercer el poder, porque le faltan votos para poner en circulación el contenido de su programa.
    Claro está: la imposibilidad no se pone de manifiesto de una tacada, pero tampoco se puede alargar en demasía: los tropiezos menudearán, al paso del tiempo, con más intensidad, más contradicciones, más decisiones absurdas, más desdecirse,  más soledad.
    Es difícil predecir, pero  circunstancias como las que  está sufriendo España, dejan malos recuerdos, dividen a la opinión y, como consecuencia, hacen que el voto futuro se desplace desde el centro a los extremos.
    Esto que digo no coincide con las previsiones de los sondeos electorales, pero cuando los extremismos salen a la calle no tardan en influir en los resultados electorales.
    Si examinan esta realidad no cabe olvidarse del factor miedo. Miedo al éxito del populismo de izquierdas, o  del totalitarismo de las derechas. En ambos casos el dinamismo del pueblo, la iniciativa privada, decae. Si lo privado no funciona, disminuye la recaudación tributaria. Y si no hay cecina todo se vuelve mohina.
     ¿Por qué en España es tan persistente el índice del paro? Porque el inversor no se fía; no está para hacer con el dinero juegos malabares organizados desde la inseguridad política.
      ¡Veremos si el andamiaje aguanta!

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