viernes, 7 de septiembre de 2018

CON EL DINERO AJENO

     Nada hay tan conmovedor como  prestar ayuda al desdichado inocente, es decir a quien sin culpa alguna vive un sufrimiento imbatible, generalizado, triste, sin tener -en vulgar paladino- donde caerse muerto.¡Que tu mano izquierda, no sepa qué hace la derecha!¡Lo que cada uno suda, claro está! Lo fácil, lo que nunca duele y además destaca, es el auxilio que llega al débil con dinero de los demás.
     En este terreno, la política tiene un cierto parecido con la religión: una limosna para el pobre por el amor de Dios, por caridad, (verbo pedir) frente a la justicia social (verbo exigir).  Como premio, en el primer caso, el espíritu, libre de pecado,  vivirá la paz del espiritu en este paraíso terrenal, y en el segundo, llevara la justicia -y con ella la paz monetaria,  a un paraíso fiscal.
     Con  este panorama por delante, la fe se va perdiendo a medida que  los hombres se sienten dioses que todo lo pueden,;  es decir cuando enferman atraídos por la política  y, llegados a este punto, se sienten amos de la propio y de lo ajeno, a  nada que consigan un cargo por insignificante que fuere. 
     Ayer se reunieron   dos dioses de la cosa para repartir dinero en nombre de la justicia social. Pero no hay dinero. Se lo van a pedir a los ricos. Y los ricos hace tiempo que ahuecaron el ala. ¿A quién entonces?  Desnudarán a los que sudaron lo poco que tienen.
     Ahora nos queda olvidarnos de los pobres autóctonos, que se manifiestan todas las semanas clamando justicia, para atender las oleadas de seres  más pobres llegados. de fuera.
     Pero estos dioses de hoy, ¿de dónde sacan "pa" tanto como destacan?
























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