lunes, 3 de septiembre de 2018

NO SON LEALES

     Está comprobado que algunos  políticos -y si digo algunos es porque hay muchos- programan sus aspiraciones para atender su propia demanda, -vivir mejor- sin que  esto suponga -para ellos- el  olvido  de los votantes a los que convencer para que no se desvíen.
     La argamasa electoral es de fácil manejo, siempre y cuando la inteligencia de los políticos de turno -con sus dosis de astucia-  se presente en escena debidamente asistida, con la sonrisa en los labios, la lengua suelta y el futuro abierto; y las promesas se vistan con el ropaje de la sinceridad, primero, de un creíble optimismo después, de la popularidad; sin olvidar,  la gran promesa, como denominador común de todas estas virtudes: el nunca bien ponderado estado del bienestar de un mundo mejor
     En este mundo ingenuo y cautivado por el bello panorama del optimismo político, sólo unos pocos se preguntan: ¿y cuánto nos costará, por ejemplo, resolver la congelación a la que están sometidas las pensiones de una mayoría de españoles? Resulta que las cifras son fabulosas y que no hay cuscús.
    De lo cual se deduce que la reforma prometida y de largo estudio es una engañifa;  o que la realidad que nos espera  va a resultar muy  limitada.
    Todo esto, ¿por qué no lo dicen los políticos?
     Muy sencillo. Dicen que vivimos en un país democrático, pero no es verdad. Vivimos una democracia adulterada; corrupta.
     ¿Qué falla? La lealtad. ¿A qué? A unos principios básicos. Tomen nota. La democracia de nuestro tiempo se basa en la "leal oposición" del que quiere mejorar el bienestar de un pueblo.  ¿Ustedes  ven por algún lado que sea "leal" la coyunda política, el pacto de un partido, que se dice constitucionalista con otro secesionista  para ventilar el futuro patrio?
      No son leales. No lo son con sus votantes. No lo son con sus adversarios. No se engañen! Ni lo son con toda España. No son buenos demócratas.

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