jueves, 27 de septiembre de 2018

PERIODO DE ESPERA

     Si nos esforzáramos en recordar y revivir el renacimiento de los sindicatos auténticos, - acaecido allá por los años sesenta del pasado siglo en pleno apogeo del tardo franquismo-, capaces  de echar  un pulso al lucero del del alba... y si osáramos comparar aquella  actualidad sindical con la de nuestros días, terminaríamos por preguntar: ¿qué ha pasado aquí?
      Nadie podía  suponer  que la clase de jubilados, sin depender de terceros con doble poder ellas y ellos y desde la calle, ha hecho saltar el freno que estaba paralizando la actualización de sus haberes pasivos.Y los ha hecho saltar con razonamientos, constancia y  juego limpio.
     Pero, con la desconfianza del precavido (señal de muy corrido), pienso si las promesas de los políticos, no estarán conduciéndonos a comulgar con ruedas de moler; es decir si no estarán  ganando tiempo para no perder electores ante una convocatoria que está a caer. Y luego ¡ya se verá!
     Confieso que  me atacan los demonios de la desconfianza. Es -no lo duden- un hábito previsor, un instinto que  garantiza la pervivencia en  este mundo traidor. Lo digo para que midan mis palabras y razonen por su cuenta.  La vida es así.
     ¿Y en qué me baso  para generar desconfianza? Muy sencillo. La máquina de hacer moneda, es la que regula el IPC. Y esa máquina no depende -como en tiempos idos- de las naciones al uso. Depende, en nuestro caso,  de la Unión Europea. El IPC se regula a conveniencia, no de una política nacional, sino globalizada. Y si las autoridades de una nación se sobrepasan, la madre superiora les llama al orden.
      Aquí viene al caso una pregunta.¿Y qué es lo menos malo?
      ¡Ya hablaremos!
   






 
                                                      

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