Me refiero a una derecha democrática, capacitada para defender unos valores éticos en un ambiente hostil: en las elecciones de 1933 la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) se presentó, sin poner objeciones a la resaca republicana, y las ganó, favorecida por el voto femenino puesto en juego por primera vez en España. La CEDA era una alianza de partidos forjada al calor de una idea de signo democristiano.Vino la guerra, y la CEDA se apagó.
El régimen franquista impuso la unión de las derechas bajo un signo totalitario que se acató pero no convenció. La FET de las JONS, resultó ser una amalgama dentro de un Estado confesional católico, no elegido, sino impuesto. El catolicismo totalitario dominó -aunque otra cosa pudiere parecer- al fascismo absolutista solapadamente. El ir a la iglesia con frecuencia tenía sus compensaciones terrenales. El ir a las sedes políticas, también, pero menos.
Y vino, tras una espera de treinta y pico años, la democracia. Y, con ella, unas derechas descolocadas que se unieron: ¿para qué? en la UCD. El Estado dejó de ser confesional. La asistencia a las ceremonias eclesiásticas se anuló. Las vocaciones religiosas, entraron en caída pìcada. El cambio no lo dieron los políticos, aferrados a sus ideas, con cincuenta años de retraso. El cambio lo había dado la calle. Ahora bien, arrimarse a la política, suponía prosperidad.
No se podían reproducir los viejos vicios de la política pasada. Eso creíamos. La derecha moderada quiso situarse en el centro. Saltó a la cancha con ímpetu renovador. Y fracasó. Vuelta a empezar cada uno por su lado
¿Y las izquierdas? Siempre estuvieron divididas, salvo un paréntesis: el Frente Popular. Perdieron la guerra por no saber unirse, pero nadie buscó a los responsables de las derrotas. Y siguen divididos. Es lo suyo.
Ahora vemos: la derecha, que se tiene por culta y organizadora, ¿por qué se divide?
Tema para pensar sin salir de la cueva de Alí Babá. Ahí está el misterio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario