Cuando uno mira el camino recorrido, como un tal Cirineo, en ayuda de un líder político que se dirige al Calvario, es para temblar. Más de uno, en el PP cortesano, está pasando ese trago. Con una diferencia: no hay, después, resurrección que valga.
Estos episodios, son muy útiles si se miran a larga distancia y no te pillan al doblar la esquina. Son útiles, pero inducen a pensar que no queda otro remedio que votar a un nuevo partido capaz de prometer nuevas mentiras en un nuevo escenario.
Si los políticos constitucionalistas actuaran con sentido común, empezarían por analizar a fondo el problema autonómico que desune a los españoles. Y digo "estudiar" para no improvisar y dejar demasiados cabos sueltos, como se hizo en los años de la transición.
¿Hay problemas? Sin duda. Pero todos están pendientes del mismo clavo. El adoctrinamiento localista que impide la solidaridad de una supra-nación europea.
Partimos de un error. Partimos de un principio falso: la igualdad de todos y cada uno de los territorios que integran el proyecto.autonómico. No es lo mismo vivir en Teruel que en Pontevedra, ni en Álava que en Alicante. Podemos igualarnos en ciertos derechos y en ciertas obligaciones básicas, pero no en todo.
Entonces, ¿qué procede hacer? ¿Estudiar estas diferencias a fondo? ¿Buscar la equidad y la justa solidaridad como remedios? ¿Entenderse pacíficamente con lealtad mutua?
Para esto es recomendable el juego limpio. Hay que empezar por barrer el escenario.
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