martes, 24 de abril de 2018

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN CONTAMINADA

     El ser humano es por principio, entre los vivos, el que mejor defiende su libertad. Es, instintivo. Pero uno es libre en  tanto sus vecinos se sometan a sus mandatos.
     Eso no es verdad, me dirá desde una posición razonable cualquiera que lo lea: "Cada uno es libre, porque Dios lo hizo libre. Tiene derecho a ejercer su libertad". Y, naturalmente, derecho a utilizar  esto que llamamos  "libertad de expresión".
     Pero los humanos no quieren darse cuenta, no les conviene reconocer, que tan pronto como publican un derecho cualquiera, lo están limitando. Todo lo que existe, para el ser humano,  tiene un límite. Al mismo Creador, al hacerlo nosotro infinito, le hemos puesto un límite. Y para más  claridad lo hemos pintado con barbas.
     Tenemos derecho a la libertad de expresión, pero... esta libertad va a depender de muy variados y diversos factores. Va depender del poder de cada uno.
      Si usted es rico tiene más libertad de expresión que un pobre. Otro tanto sucede con las personas cultas y muy formadas, respecto a los incultos o zoquetes,, que los hay ejerciendo como tales y no callan.
      En suma, cada vez que alguno afirma o defiende la libertad de expresión, pone el dedo en la llaga: libertad, sí y siempre, pero más libres unos que otros.
      Recién terminada a Guerra, un concejal ex-combatiente y chulesco se puso a mear en el centro de la plaza más barrida y limpia de la ciudad. Un agente de la autoridad novato y mal informado,  le dijo al infractor:
    - "Aquí no se puede orinar".
    - "¿Y qué estoy haciendo yo?"
    - "Mear. Pero bajo multa de cinco pesetas".
    - "Cierto; pero se puede..."
     He ahí un ejemplo de la libertad de expresión contaminada.
     Eso es lo que hay.



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