Veo en la TV-SEXTA una sesión de coba y loa a caño libre, dedicada a un líder de la izquierda española. Es un buen intérprete de sus inquietudes, de sus dudas, de sus errores que contrapone a sus aciertos tras una autocrítica calculada. Así cobra relieve su actitud dialéctica.
Veo en la TVE a una señora, líder de la derecha, que quiere sincerarse con sus votantes y clama para predicar la defensa a cara descubierta de los suyos; defensa puesta en riesgo tras una oleada de basura que cae en cascada y ¡a qué precio!
Pero ¿quiénes son los suyos? ¿Los que tiran del carro o los que viven del carro, los que suben y se apoltronan en berlina para ir más cómodos, o los que pagan para que funcione y no se pare?
¿A esto llamamos democracia? Salvo unos pocos que sufren, callan y laboran honradamente en los despachos oficiales, los demás nos brindan una democracia podrida, indolente y muy costosa.
¿Los episodios registrados en Cataluña? Un lujo que tiene su precio. ¿Los de Valencia, Andalucía, Madrid... y suma y sigue? Se pagarán a no tardar por los más débiles. ¿O nos vamos a creer que, de verdad, mejorarán las pensiones de los jubilados?
¡Defender a los nuestros... ¡Vaya forma de recolectar votos para unas próximas elecciones! ¡Qué falta de sensibilidad! Un listillo diría que eso hace, pero no se dice. ¨Lo que procede es dar a cada uno lo suyo, lo que le corresponde por méritos propios
¡Qué diferencia entre el sutil actor de la izquierda y la tosca reacción de la dama que se deja influir por un instinto maternizado! Son las clases medias, a fuerza de pagar impuestos, las que mantienen esta farsa democrática. Sólo les queda un camino.
Están llamadas a asociarse, sin contar con los partidos políticos, A defenderse desde la honestidad y con juego limpio. A controlar el voto.
Sólo así podrán defenderse de la rapiña. Si no, acabaremos por perecer en el intento, obligados a vivir entre el estiércol.
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