viernes, 27 de abril de 2018

ESCUELA Y FAMILIA

     La reforma laboral y social que un país como España necesita para dar un empuje y alzar su nivel de vida, ha de empezar en la escuela con un propósito: aprender más y mejor.
     Ustedes me pueden contradecir y yo no sabría  argumentar en defensa de una enseñanza donde también participe la familia: en suma, que el alumno, el maestro y los miembros familiares se vean directamente implicados en el futuro de cada escolar.
      No sabría defender la valía  de esta tesis  con datos experimentales aportados con rigor científico. Tendría que recurrir en su defensa al sentido común,  que nos indica cómo allí donde la familia sigue de cerca la enseñanza de sus hijos,  comprueba cómo su dedicación y empeño va en beneficio de éstos. Los países que gozan de buena enseñanza y mantienen vivo el contacto familiar entre docentes y discentes, han podido alcanzar niveles de vida mejores y más dignos que quienes sufren por esta carencia.
      Pueden contrariarme, comparar y argüir que hay territorios  con niveles de vida muy superiores a la media; que hay paraísos donde funcionan con personas cultas.  Son países que seleccionan  las corrientes migratorias. Son excepciones. Son  aportaciones prestadas desde  sectores culturalmente avanzados. Es el bienestar exportado desde territorios mal gobernados.
      España, en el sector educativo, es un país notoriamente mejorable; es un paìs adoctrinado desde escuelas donde los padres no tocan pelota. No están en  su mayoría unidos. Mayoritariamente, no saben exigir sus derechos.
     En este medio, el alumno bien preparado, se marcha. Es una política invertida en dos planos: el educativo y el migratorio. Se van los buenos. Vienen los necesitados.
     No quiero que me den la razón. Quiero que reflexionen.
     ¡Qué hemos hecho para merecer ésto!

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