En cualquier planteamiento o debate político suele filtrarse, como normal, el discurso vengativo que consiste en divulgar, atacar y despreciar los defectos y errores del adversario o enemigo, aún sin pruebas.
No confundirse: algunos políticos españoles llevan años poniendo las cosas en su sitio cuando, . hasta los más destacados miembros de ciertos grupos políticos caen en la tentación de sisar. Esta conducta no prestigia a los protagonistas sin escrúpulos. En consecuencia, pierden poder, si la crítica, publicada a los cuatro vientos, responde a la verdad y despierta la atención de las masas votantes..
En buena lógica, cada partido político vigila por sistema la conducta de sus adversarios y si abusan por codicia, aprovechan la ocasión para actuar como voceros, en línea con sus justos deseos de que los demás pierdan votos.
Así está la cosa: el partido que gobierna España no ha querido o no ha sabido (o las dos cosas) reconocer sus fallos delictivos publicados con expresiva claridad; no ha sabido darlos por existentes, buscar a los culpables, echarlos fuera con un buen barrido, arrepentirse, pedir perdón y reparar daños y perjuicios.
Disraeli, político británico bien curtido del siglo XIX, nos dejó esta frase digna de ser recordada: "Piensa antes de hacer; pero no te pases tanto tiempo pensando, que no llegues a empezar". Y su complementaria que sigue inédita:"Cuando los hombres son puros, las leyes son inútiles; cuando son corruptos, las leyes se rompen".
La Constitución española concede a los Gobiernos medios para combatir excesos, aún siendo sus autores parlamentarios con fuero propio.
¿No quisieron o no pudieron? No quisieron por un mal entendido compañerismo.
Ahora hay que pagar la factura. Y no vale la fórmula italiana de "tápate la nariz y vota a la Democracia Cristiana". También fracasó en Italia.
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