jueves, 19 de octubre de 2017

UN RÉGIMEN DE NUEVO CUÑO


     Me refiero al traído el 14 de abril  de 1931, a la II República. Régimen llegado a instancias multitudinarias,  Régimen inspirado y defendido  por una minoría de intelectuales de buena fe, pero empujado desde las filas del proletariado. Creían en un gobierno demócrata apoyado en la nación,  en un régimen garante de la libertad, la igualdad y la fraternidad por las que se venía luchando  con  sobradas razones  desde hacía más de un siglo. La nación era España. Una España que no acertaba a resurgir. Una nación empequeñecida y triste.
     Basta recurrir a los testimonios de la prensa coetánea -años de la II República- para ver que no se cumplía con lo prometido: un cambio de régimen suponía  un  cambio de vida; cambio revolucionario. Y no fue así. La burguesía en el poder no estaba facilitando  la  revolución deseada por las masas obreras. En el mes de mayo de 1931, al segundo mes de la proclamación republicana,  se registraron las primeras protestas, los primeros desmanes.  Ortega y Gasset,  -uno de los "Intelectuales al servicio de la República",  publicó su testimonio condenatorio: "No es esto; no es esto".
     A partir de este suceso,  los políticos de uno y otro bando pelearon a degüello. Así estuvimos cinco años con un conato de guerra civil intermedio, provocado desde la izquierda en octubre de 1934: la Revolución de Asturias, preludio de la sublevación que se desataría en julio de 1936, tras el asesinato de  Calvo Sotelo.
     Ahora, en nuestros días vemos que  aquellos disparatados sucesos con sangre a espuertas, debieron  ser sometidos -desde un principio-  a un tribunal de prestigio antes de quitarles importancia.  Pero  los políticos tenían prisa y urgía pasar página.
     No se las razones pero pienso si no se está repitiendo la historia en versión aguada. Estamos viviendo una democracia de mala uva. La deslealtad, la mentira y el cinismo se  usan con normalidad beatífica. Los políticos - casi todos - están  implicados en el entuerto y el despropósito.
    ¿No estaremos,  en medio de una democracia a la europea, chingando a la peladita como en pasados tiempos?
     Es para pensárselo.
   
                       

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