Es el caso que un sector de catalanes se ha puesto el mundo por montera y ahí está, con un par, fundando una República Catalana, si bien dispuestos a cimentar el edificio a plazos.
En rigor no han hecho otra cosa que tocar el cornetín para que los suyos se dispongan a cerrar filas, porque esta vez la lucha puede ir en serio.
La buena fe de los partícipes en la lid les puede llevar a desengaños inconsolables. El cúmulo de poderosas razones y la descripción de injusticias padecidas, que se ponen en juego en favor de la contienda, no se verá compensado, al término del suceso, ni siquiera para los que ganen.
En mi pueblo cuando dos se peleaban con tozudez asnal, los demás asistentes a la escena tomaban sitio en las banquetas de tablón corrido para gozar del espectáculo, sin emocionarse hasta que corría la sangre; entonces llamaban al médico y se paraba la pelea.
No son de buen gusto esas situaciones pero miren por donde estamos en trance de llegar a una aldeanada, sin que nadie se pare a meditar que las consecuencias las pagaremos todos. ¡Ya lo verán!
Tengo la sospecha de que, no sólo en España, sino en muchos países, y por supuesto en la Cataluña actual, el que manda, los dueños de poderes máximos, no son los políticos, sino el Capital sin patria. Si mi temor fuera auténtico -que no lo sé- diría quién va de ganador de la pelea: el que más garantías de normalidad ofrezca al Capital para no perjudicar sus inversiones.
Sospecho, también, que esos inversores supra patrióticos manipulan con éxito la debilidad de los Estados como el de España con su Cataluña incluida. Los tales crean trabajo, pero huyen de otros problemas. Es el caso de Cataluña con el que ni contaban.
El tema se las trae. Para salir de este círculo vicioso que al final perjudica a los más débiles, solo cabe una acción coordinada, humanitaria y justa, pero bien pensada, para lo cual los Estados no han de dividirse, sino ir unidos. Este y otros problemas condujeron a la forja de la Unión Europea.
Son muchos los españoles que se dejan dominar por la patriolatría regionalizada, que no debe confundirse con el amor a la patria chica.
Ya aprenderemos.
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