miércoles, 18 de octubre de 2017

LOS POLÍTICOS Y LA GUERRA DEL 36

   Conocí una familia que vivió intensamente la guerra del 36. No era una novedad. En esta guerra se vieron afectados con  graves pérdidas millones de españoles y,  por mucho que se hable,  nunca  fueron resarcidos por tanto sufrimiento.
   En la Navidad de 1936, fueron muchas las familias que no pudieron reunirse al completo, según costumbre. Entre muertos y heridos, combatientes y prisioneros fueron demasiados los que faltaron  a la cita; fue tanto el dolor sufrido por millones de españoles como lógico que se celebraran esos días  solo llorando.
   Fue una guerra inexplicable en un país empobrecido en manos de  la cerrazón e incapacidad de muchos políticos, tantos que,  salvo algunas excepciones, terminaron perdiendo protagonismo, durante la contienda, en ambos bandos en lucha.  Según los cálculos de un curioso pesquisidor, los políticos  en activo, entre los que incluía a los  sindicalistas,  a un sector de militares, a señalados caciques y algún destacado cura, ¡que  no es broma!, sumaban unas quinientas mil personas; a grandes trazos; unos diez mil ejemplares por provincia.
    Ellos solos arrastraron a toda la nación, a unos veinticinco millones de españoles, a la guerra más absurda  que soñaron los siglos    El final estaba predestinado: ganara quien ganara en la España en lucha, sus habitantes estaban condenados a vivir su inmediato futuro bajo una dictadura, fuera azul o fuera roja. La democracia que nos pintan algunos teóricos  dejó de existir desde los comienzos de la guerra en ambas zonas. Y en Europa, por el año de 1939, no estaba la Magdalena para tafetanes.
    Son otros los tiempos, otras las perspectivas, otro el futuro... Los nacionalistas crecen, Los populistas también. Ambos prometen un fabuloso porvenir democrático...  Tienen líderes,  programa y votantes... y ganas de pelea. No se si aciertan, pero suman votos mientras sus adversarios los pierden porque carecen de políticos vocacionales y,  por ende, de todo lo que sirve para ganarlos.
     Y la verdad los problemas de los pueblos solo se apaciguan en una democracia con muchos   votos.  Digo se apaciguan. Para resolverlos sobran políticos agitadores de masas,  como sucedía en 1936.
    No lo duden: tan sólo quieren resolver su futuro. ¡Ya saben quiénes!

   

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