miércoles, 11 de octubre de 2017

SOLUCIÓN SUPRANACIONALISTA

     El gran error en el que cayeron los políticos  que dominaban la situación, cuando España se abrió a la democracia y redactaron la Constitución de 1978, consistió en pensar que los  Estados-Nación eran inamovibles y por tanto durarían  milenios. La verdad es que se transforman y perviven cuando  se valen de criterios constructivos. La Europa unida está pasando por ese trance. En España -y en otros países, según parece- sucede todo lo contrario.
    ¿Por qué fue un error? ¿Acaso en los años setenta  no estaba ya en marcha  y se daba ya por conocido el fenómeno de la globalización? Esto daría lugar a determinadas crisis de los Estados-Nación porque  las organizaciones financieras, científicas, empresariales y voraces,  en su afán de crecer para su prosperidad y desarrollo, superaron las fronteras de su nación de origen para pasar a ser multinacionales. Era tanto como dar a la nación por anticuada para alcanzar sus objetivos.
      Las empresas multinacionales empezaron a ejercer un poder superior  al de los Estados,  con la particularidad de no tener que atender con prestaciones sociales a masas humanas  deprimidas por las causas que fueren,  casi siempre de corto vuelo.
      En España, con la llegada de la  democracia, subieron los humos de sus variopintas nacionalidades y regiones. Y surgió un nuevo _Estado sobre unas bases históricas. Esto sucedía cuando una parte de Europa ajustaba sus clavijas mediante una compleja forja de alianzas
supranacionalistas.  España mejoró, subió, prosperó y creyeron que el progreso procedía de las autonómicas nacionalidades y regiones. Craso error. El progreso llegaba subsidiado por la Europa supranacional, digan lo que quieran los fervorosos nacionalistas y luego los socialistas federativos,  todos mirando a la historia con olvido del futuro.
     Cada Comunidad autónoma, imitando a Cataluña y al País Vasco, reclama "in pectore" no ser menos que sus naciones hermanas. Y no se dan cuenta de que la pólvora del rey la pagan los sufridos contribuyentes cada vez más pobres a lo largo de esta última década.
     Al Estado español le ha surgido una doble competencia: la del financiero emprendedor  que poco a poco se traslada a países con clima económico favorable a sus intereses, y la de  quienes,   puertas adentro,  viven del sacrosanto  voto multitudinario nacionalista de fácil manejo y pocos recursos,  al servicio de zánganos.
     No crean ustedes que cambiaron las costumbres.
     ¡Si las paredes hablaran...! Siempre hubo caciques.

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