El gran error en el que cayeron los políticos que dominaban la situación, cuando España se abrió a la democracia y redactaron la Constitución de 1978, consistió en pensar que los Estados-Nación eran inamovibles y por tanto durarían milenios. La verdad es que se transforman y perviven cuando se valen de criterios constructivos. La Europa unida está pasando por ese trance. En España -y en otros países, según parece- sucede todo lo contrario.
¿Por qué fue un error? ¿Acaso en los años setenta no estaba ya en marcha y se daba ya por conocido el fenómeno de la globalización? Esto daría lugar a determinadas crisis de los Estados-Nación porque las organizaciones financieras, científicas, empresariales y voraces, en su afán de crecer para su prosperidad y desarrollo, superaron las fronteras de su nación de origen para pasar a ser multinacionales. Era tanto como dar a la nación por anticuada para alcanzar sus objetivos.
Las empresas multinacionales empezaron a ejercer un poder superior al de los Estados, con la particularidad de no tener que atender con prestaciones sociales a masas humanas deprimidas por las causas que fueren, casi siempre de corto vuelo.
En España, con la llegada de la democracia, subieron los humos de sus variopintas nacionalidades y regiones. Y surgió un nuevo _Estado sobre unas bases históricas. Esto sucedía cuando una parte de Europa ajustaba sus clavijas mediante una compleja forja de alianzas
supranacionalistas. España mejoró, subió, prosperó y creyeron que el progreso procedía de las autonómicas nacionalidades y regiones. Craso error. El progreso llegaba subsidiado por la Europa supranacional, digan lo que quieran los fervorosos nacionalistas y luego los socialistas federativos, todos mirando a la historia con olvido del futuro.
Cada Comunidad autónoma, imitando a Cataluña y al País Vasco, reclama "in pectore" no ser menos que sus naciones hermanas. Y no se dan cuenta de que la pólvora del rey la pagan los sufridos contribuyentes cada vez más pobres a lo largo de esta última década.
Al Estado español le ha surgido una doble competencia: la del financiero emprendedor que poco a poco se traslada a países con clima económico favorable a sus intereses, y la de quienes, puertas adentro, viven del sacrosanto voto multitudinario nacionalista de fácil manejo y pocos recursos, al servicio de zánganos.
No crean ustedes que cambiaron las costumbres.
¡Si las paredes hablaran...! Siempre hubo caciques.
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