lunes, 23 de enero de 2017

SACRIFICIO DE LAS CLASES BAJA Y MEDIA

    La clases baja y  media españolas fueron, desde la reforma del antiguo régimen (finales del siglo XVIII y  principios  del XIX) las más sacrificadas, lo mismo en tiempos de paz que en casos de guerra, en el devenir histórico de España.
    A nada que la política de nuestro País pasa por dificultades,  los titulares del partido político predominante, -aunque prometan lo contrario- terminan  por sacrificar a los mismos de siempre: a las clases baja y media.
    A fuerza de dar vueltas a las causas y a las consecuencias de la última guerra civil -la de 1936- los verdaderamente perjudicadas de aquella sociedad, por las carencias injustas que padecieron,  fueron los auto definidos como pertenecientes al sufrido proletariado y quienes tenían fama de pagar al sastre y titulares de otros oficios con retraso, así como de pasar más hambre que un maestro de escuela.        
     Tales gentes, cabreadas con razón y sensibilizadas para la protesta belicosa, fueron llevadas a la guerra sin provecho alguno para su existencia; la vida se les puso aún más difícil y las mayorías sociales de ambas clases, vivieron su posguerra acongojadas durante décadas.
     Después de muchos ignorados sacrificios y trabajos agotadores, los españoles dieron un  paso hacia adelante cuando, en los años sesenta del XX, se liberaron los mercados de un intervencionismo suicida. La clase media empezó a pagar al contado el "prêt a portèr" de moda que acabó con los sastres a medida, y a vivir en pisos de sesenta metros cuadrados útiles, mitad del espacio al que estaban acostumbrados sus abuelos.
     El cambio más auténtico vino cuando España, ya en fase democrática, fue subvencionada por la hoy denominada Unión Europea, tras su ingreso en este club internacional. No se confundan: aunque la prosperidad, coincidiera  con la implantación autonómica española, no  fue este proceso,  sino la ayuda europea, la que trajo alguna prosperidad a los españoles.
      Puestas las cosas en su sitio, corremos de nuevo,  en nuestros días,  el riesgo de otra crisis errática. Crisis que no acaba de reconocerse, ni de llamar por su nombre; el enconado y grave problema autonómico puede agravarse -no lo olviden- y cargar el  sacrificio a los de siempre.
      Estamos ante un conato de incendio de lento desarrollo para cuyo remedio no se recurre al parque de bomberos; el problema -de alto coste- se le pasa al sistema judicial que por carencia de medios y complejidades procesales, no es lo eficaz que el caso demanda para, precisamente,  cumplir y hacer cumplir la ley.
      La realidad nos lleva a deducir que a  los políticos no les va el asumir la solución de ciertos problemas desde el poder ejecutivo; con las anteojeras puestas, llevan años en la fase del "laissez  fair, laissez passer" para seguir estacionados.
     Pero, en política, problema  que no se resuelve se pudre y al final revienta. Estamos en fase  de privar de actualidad al "más se perdió en Cuba". No lo olviden: fue áquel un problema autonómico que por no  darle solución  política, derivó en una costosa y vergonzante guerra, pagada a muy alto precio, principalmente  por las clases bajas y medias de España.
     ¡Sólo los seres humanos tropiezan en la misma piedra!
   
  
 






No hay comentarios:

Publicar un comentario