miércoles, 25 de enero de 2017

CRÍTICAS RAZONABLES Y MALOS POLÍTICOS

   
     A la proposición final de un razonamiento se llega por la vía de la lógica. Es un ejercicio que lo seres humanos,  en sus cabales, suelen ponerlo en práctica para subsistir. Lo mismo da que la persona sea fiel a uno u otro mandato religioso,  a una u otra teoría política, a uno u otro color...
    Por pura lógica, si una persona no se alimenta, perece. Luego si un pueblo está mal alimentado (por exceso o por defecto) su índice de mortalidad será mayor con respecto al que sigue una conducta alimenticia suficiente y saludable, sin excesos.
     Con esa mínima convicción, como ya lo descubrieron nuestros antepasados, para vivir con salud es mejor la dieta que la lanceta. Es mejor, más eficaz y más barata, la medicina preventiva que la curativa. Los tragaldabas suelen tener peor salud que los higienistas.
     La palabra higienista cobró un nuevo sentido a lo largo del siglo XIX. A medida que se estudiaba el origen de las enfermedades,  se descubría que la higiene, conducta preceptiva a seguir por los seres humanos, era imprescindible para vivir con salud.
     Los políticos, tanto de izquierdas como de derechas, propenden a poner la fe sanitaria en complejas instalaciones hospitalarias (medicina curativa y costosa)  y prestan poca atención a las medidas higiénicas (medicina preventiva, de menor coste).
     A muchos políticos,  y a sus consejeros, les parece normal vivir en una ciudad encapotada por una nube de inmundicias y, anormal,  impedir las prácticas que provocan la contaminación atmosférica. Nos acostumbran a mantener carísimos hospitales y a pagar costosos fármacos y, al mismo  tiempo, a que resulte normal dilapidar los dineros en combustibles contaminantes para ir de un sitio a otro.
     En el fondo, esta política viciada que nos adorna,  está siempre mejor dispuesta a interesarse por un falso progreso  que por la conveniencia de las multitudes, como es el caso de la salud madre de todo bienestar. Así, los electores,  votan más bien  a los políticos ansiosos de poder que defienden intereses con los que favorecer su carrera,  que a quienes defienden ideas.   Por eso se seguirán gastando grandes sumas de dinero en iniciativas de segundo grado,  aunque se presuma de todo lo contrario por los autores de estas hazañas.
      A los políticos poco cultivados, que son los que  abundan,  no les asustan las inmundicias con tal de tener asegurado su particular ascenso. De ahí derivan  la corrupción y otras maldades.
     




   

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