martes, 24 de enero de 2017

CONSUMO ELÉCTRICO Y TARIFAS

     Henos aquí a españoles y residentes extranjeros,  en la patria España,  todos perplejos ante el complicado sistema que regula el pago de la energía eléctrica consumida por su clientela. Estamos ante un acertijo que podría servir de testimonio delator de la agudeza de los lectores y premiar a los que mejor se clasificaran en el intento.
     Tomo el dato de un texto publicado en Internet que puede ser esclarecedor y divulgar la idea de que una cosa es cobrar el justiprecio de un servicio, y otra marear al cliente  a quien, además de sacarle los cuartos,  lo llevan a la convicción de que si no entiende es por ser tonto.
     La cifra final de la factura o recibo cursado por las eléctricas a cada cual, contiene dos conceptos: uno se llama "termino de potencia"; el otro "término de energía". Lo transcribo sin entender su significado,  consciente de que es una temeridad por mi parte hacer tal cosa. ¡Perdón si me equivoco!
     El "término de potencia" depende de la ídem contratada por el abonado, o sea por la víctima. El "término de energía" es un cantidad variable, según la cantidad que se consuma durante un período de tiempo determinado.
     ¿Cómo controla cada abonado-víctima estos dos términos? Mediante un acto de fe. Todo se refleja en un contador y deducir el importe a pagar, es muy sencillo: se multiplica los KWh consumidos por el precio del KWh.
     Luego vienen los complementos tarifarios, tales como "energía reactiva", "discriminación horaria", "estacionalidad" y algo curioso que se llama "ininterrumpilidad". ¡Chúpate esa!
     Pero no acaba aquí la cosa: están los equipos de alquiler, los equipos de medida y los impuestos a la electricidad, más el IVA.
     A todo esto ha de añadir el consumidor dos opciones: bien por "el precio fijo en mercado regulable" o por las "ofertas de mercado libre".
     ¡Es curioso! ¡La de cosas que han de hacer  "las eléctricas" y "sus protectores!" para cerrar cada ejercicio  con tan saneada pila de millones.
     ¡Dios nos pille confesados y con la cartera cargada de euros! Es como llorar y tener que saltar a la comba  para espantar el frío.








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