El éxito de los centros de salud españoles es envidiado en muchos países que nos llevan ventaja en otros sectores. Pero gracias al régimen sanitario que funciona a toda máquina crece la clientela por encima de las posibilidades económicas de las que está dotada España.
El logro de las mejoras asistenciales, aplicadas con diligencia, tiene un inconveniente: el efecto llamada. Esto equivale a decir que aumenta la demanda de personas enfermas. Hay que tener en cuenta los extranjeros aclimatados a vivir en España por razones de salud. Y hay que detectar cómo aumenta el número de ancianos que alargan su vida gracias a estos buenos servicios asistenciales médicos españoles.
La Ministra del ramo, de reciente nombramiento, se va enterando de las necesidades presentes y futuras que se reclaman desde los hospitales españoles de la seguridad social; y se asombra por cómo aumenta el repertorio y la cantidad de fármacos que se han puesto al servicio de la salud.
Ambas realidades dan para meditar sobre el destino que nos espera si no se empieza a tomar medidas correctoras de esta creciente demanda de salud.
No valen simplismos. Hay que ver el grado de decadencia de algunas naciones y a donde conducen el abandono, la negligencia y la desgana creyendo que todo, por los siglos de los siglos, será tal como lo tenemos ahora.
Es imposible. Los Gobiernos tendrán que dar un golpe de timón a no tardar; tendrán que dar prioridad a la medicina preventiva, sobre la preferentemente curativa de nuestros días. Y esto es muy difícil de lograr sin un cambio de política, teniendo en cuenta que para mejorar los hábitos del género humano, quienes han de cambiar son las personas, por delante de los políticos.
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Ambas realidades dan para meditar sobre el destino que nos espera si no se empieza a tomar medidas correctoras de esta creciente demanda de salud.
No valen simplismos. Hay que ver el grado de decadencia de algunas naciones y a donde conducen el abandono, la negligencia y la desgana creyendo que todo, por los siglos de los siglos, será tal como lo tenemos ahora.
Es imposible. Los Gobiernos tendrán que dar un golpe de timón a no tardar; tendrán que dar prioridad a la medicina preventiva, sobre la preferentemente curativa de nuestros días. Y esto es muy difícil de lograr sin un cambio de política, teniendo en cuenta que para mejorar los hábitos del género humano, quienes han de cambiar son las personas, por delante de los políticos.
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