Que cada cual decida dar el voto, a uno u otro partido, depende de los sentimientos y de las necesidades del elector dueño de este derecho. Pero, claro está, en esta decisión final del votante van a influir más los líderes y su conducta, puesta de relieve o en evidencia por la mass media, sin perjuicio de buscar apoyo en las tesis doctrinales de cada partido.
Por principio, el ideario ha de estar bien armado; con sencillez para ser inteligible y con racionalidad para convencer y emocionar. El ideario ha de ser concebido con lógica y ha de hacer vibrar; ha de poner de manifiesto las injusticias a corregir y ha de emocionar, por ejemplo, con el recurrido amor a la patria -chica o grande-.
Ha de quedar claro que gracias a una doctrina bien observada, sería posible el cambio, que es la llave mágica garante de un futuro mejor. Eso es política: ganarse votos por empatía, más que por el sistema de denigrar al adversario.
Si observamos la política desarrollada en España en los últimos años, ha estado plagada de ataques a un partido sufridor contra el que se volcaron todos los demás; contra él se vertieron toda clase de denuncias -muchas de ellas con razón- y toda suerte de improperios. Su victimismo produjo el efecto no buscado: despertar empatías donde antes no las hubo. Y con ello ganar las elecciones; por los pelos, pero ganarlas contra toda esperanza. Era por otro lado la fuerza más unida como una piña en torno a un líder no discutido.
Al voto hay que rodearlo de encantos, política en desuso entre los llamados padres (y madres, no olvidemos) de las patrias. Patrias en plural, por cierto existentes y reforzadas por abandono de un principio llamado unidad que no esta reñido, sino al contrario, está complementado por otros dos: uno "equidad", que consiste en reconocer los méritos de cada patria; y otro, "solidaridad" que por lo menos ha de ser utilizada para el resurgir de los territorios deprimidos en beneficio de todos; principios clave, tan cacareados como sometidos al olvido, ahora en práctica, en perjuicio de todos.
Nadie sabe si la actual generación de españoles en activo, será capaz de dar un giro a esta política de cabreos alternativos para nada.
¡Buenos tiempos nos de Dios!
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