martes, 12 de julio de 2016

¿POR QUÉ PIERDE EL PSOE?

    Cuando el Presidente  Sr. González renunció al marxismo en nombre del PSOE,  no lo entendieron quienes se tenían por los más fieles seguidores de Pablo Iglesias,  fundador del partido obrero; y, sin embargo, al dar ese paso, lo  consolidó y consiguió el respaldo de multitudes,  como nunca las tuvo. Luego, desde el socialismo, se  pasó a la socialdemocracia  y se europeizó. Otro paso que le hizo ganar confianza entre las masas votantes.
     En ésas estamos cuando le dieron su  confianza  para ejercer del cargo de Secretario General, al inefable Sr. Sánchez que, ahora, pena con la carga de perdedor: el PSOE -desde la transición-  nunca tuvo menos votos.
     Los políticos,  cuando tocan poder,  se quedan maravillados y, sin  quererlo, se vuelven adictos a este hechizo: quieren más, son insaciables. Sólo los dotados de cierto talento se sienten capaces de frenar las pasiones y mantenerse en la categoría de fieles pero abstemios. Así que la mayoría no lo puede remediar y terminan pegados como una lapa a la teta de donde mana ese misterio: el poder.
     El político adicto nos dirá que sus actos están dirigidos al logro del bien común y que es capaz de  "dejar su piel" para que sus correligionarios gocen del mayor  bienestar,  si le votan y se  hace  con el mando.
      Pero el logro del poder -salvo casos extraordinarios- no suele ser cosa de novicios. El Sr. Sánchez, en sus  campañas electorales,  actuó de palabra y obra como un novicio. No le valió para borrar esa impresión y probar lo contrario,  recrearnos con  juegos malabares. El caso  más sobresaliente y novedoso -en esta línea de conducta- fue  el de pretender la presidencia del Gobierno de España, sin contar con los votos suficientes para superar la prueba de la investidura. No sólo se dió de bruces contra el suelo en el  hemiciclo  congresual, sino que quiso justificar su fracaso echándole la culpa a la moqueta. Ese episodio, precedido del fracaso electoral anterior, habría justificado la dimisión del aspirante pero... no lo hizo. De aquellos polvos estos lodos  y el PSOE va a enfrentarse ahora a una dura realidad. Y si no  lo hace, será  peor.
       Enfrentarse al Sr. Rajoy, ha sido una pelea que perjudicó a los dos contendientes. El más dañado  -como siempre pasa- fue el más débil. Pero la fiesta sigue. ¿Dimitirá el Sr. Sánchez si  vuelve a perder votos? ¡Adivinen, por otra parte, quiénes serán los más beneficiados!
      Una vieja ley no escrita indica que los partidos políticos, al paso de los años, evolucionan y razonan para guiarse más con el cerebro que con el corazón.  El Sr. Sánchez no lo  ve así. ¿Qué se puede hacer?
       ¡Paciencia!





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