sábado, 2 de julio de 2016

NO PIDO OTROS MAESTROS...

   

      Los nacionalismos -todos- suelen comportarse de  forma muy parecida. Por eso, cuando nos referimos  al nacionalismo genérico, estamos aludiendo a un fenómeno cordial. El nacionalista siente más que piensa.
      Un nacionalista se siente enamorado de su patria, cree en ella con fervor religioso, está dispuesto a defenderla hasta el heroísmo, quiere propiciar a su  país el mejor futuro que pueda soñarse; hace de esta fe  nacionalista,  un dogma sentimental. Es legítimo.
      Pero los nacionalistas no sólo son sensibles ciudadanos embelesados con  sus virtudes nativas, sino que mueven muchos intereses. También es legítimo.
     De igual manera pasa que a los nacionalistas les gusta entenderse en su idioma,  cultivar sus mitos, ensalzar a sus héroes y santos, disfrutar de sus fiestas, de su mùsica y de sus otras artes, triunfar en las lides deportivas, ensalzar su personalidad y signos distintivos... ser diferentes. Es requetelegítimo.
     Al contemplar este panorama, la pregunta que uno puede hacerse es de este cariz: ¿Y que hacemos con los que renuncian a ese cúmulo de sentimientos y quieren vivir en concordia con todos sus vecinos,  sin otra guía que la carta de las Naciones Unidas, texto que  da prioridad  a la vigencia de los Derechos Humanos, - derechos  individuales, no colectivos- que suelen limitarlos, según les convenga, en todos los países donde priva el nacionalismo?
      Verán, soy  partidario de  la libertad de enseñanza. En España (en toda ella, incluidas Cataluña y Vasconia) no existe esa  libertad de enseñanza que garantice a los padres la libre elección de los maestros de sus hijos.Tanto las escuelas pùblicas como los colegios subvencionados están sometidos a unas leyes con las que se adoctrina más que se enseña.
      Querìa llegar aquí. Tanto el PP como el PSOE andan, desde años ha sin ponerse de acuerdo, dándole vueltas a  la reforma de las leyes que regulan la enseñanza. Como decía el Conde, haga usted la ley que yo haré los reglamentos; en este caso, pondré a los maestros. Eso pasa en Cataluña y Vasconia. Dime quién enseña y  te diré a quién van a votar la mayoría  de esos niños cuando lleguen a mayores. Los nacionalistas catalanes y vascos, lo saben: controlan el tema desde hace más de treinta años.
      No digo más; socialistas y conservadores,  en el País Vasco, optaron hace mucho por un suicidio lento. A la vista está. Se quedan,  paso a paso, sin clientela. No los veo palpar esta realidad en sus programas; no están preocupados por este problema. ¡Así les va la cosa!
      Pero que conste: no pido el cambio de apóstoles. Sólo deseo la libertad enseñanza.


   
   

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