martes, 5 de julio de 2016

LA OPERACIÓN SUICIDIO.

     En el año de 1978, después de constituído el I Consejo General del País Vasco, en plena carrera democrática, se produjo un hecho curioso que es preciso relatar. Los miembros de ese Consejo procedían de los partidos políticos PNV y EE, del ámbito nacionalista vasco, y PSOE y UCD del español; fueron 15 miembros en total. Y para presidir  el Consejo, optaron dos candidatos: Juan Ajuriaguerra, del PNV y Ramón Rubial del PSOE.
     En la UCD de Álava se decidió votar a Ramón Rubial, del PSOE. En la UCD de Vizcaya se emitió el voto en favor de Juan Ajuriaguerra, del PNV. Con ese voto de UCD en favor del PNV, se producía el empate y -atendiendo nuestras razones (me tocó estar allí),- previamente reconvenido el votante vizcaino,  la papeleta del empate apareció  en blanco y resultó elegido Ramòn Rubial del PSOE. Fue el primer puente que desde el centro derecha español se estableció con el Partido Socialista Obrero y español, para presidir un organismo que, nacía con clara vocación secesionista, aunque otra cosa pudiere parecer. Pero pocos entendieron el alcance de este voto.
      La UCD -un revoltijo de políticos inteligentes pero desnortados- desapareció pocos años después contra todo pronóstico. Y lentamente el centro derecha se rehizo y volvió a las blanduras de la UCD en puntos tan delicados como los que rozan la unidad de España. Hay que saber distinguir la diferencia que existe entre la "blandura" y la "diplomacia": la blandura lleva a la intransigencia del que pìerde; la diplomacia al entendimiento desde la victoria.
      Si la dirección del PP transige con el convenio supuestamente propuesto -referido a los presos de ETA- para ganarse la investidura del nuevo gobierno presidido por  Mariano Rajoy,  puede dar por lograda la desaparición  de este partido -ahora de capa caída- en el País Vasco.  El PNV mataría  dos pájaros de un soplo; ni siquiera le haría falta la escopeta. ¡Adiós PP, adiós!
      Ahora no solo la necesidad afecta al entendimiento entre el PSOE y el PP.  Esa debe ser la meta: unirse en lo  trascendente de cara a España y de cara a Europa; no para una simple formación de gobierno.
       Hubo  quien lo vió en 1978. ¡Tanto tiempo perdido!





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