jueves, 14 de julio de 2016

EL VOTO IMPERATIVO NIEGA LA LIBERTAD

       El vocablo "imperativo" viene de "imperar";  y este verbo significa: "mandar, dominar".(2ª. acepción e la RAE). El voto imperativo es el que se emite por mandato, obedeciendo una consigna, no libremente y en conciencia.
       La Constitución española vigente (Artículo 67-2), dispone que los miembros del poder legislativo, los Diputados a Cortes, "no estarán ligados por mandato imperativo". Es decir que han de votar con arreglo a los dictados de su conciencia. El voto libre no está supeditado  a los intereses de un partido, sino al derecho  de los electores. Este derecho  puede y suele coincidir con los deseos de su partido, pero no siempre, como ahora sucede en España.
     En la  realidad pura y dura, de la vida parlamentaria,  sucede que al llegar la hora del voto, el parlamentario actuante recibe una señal,  a través de una mano  alzada, indicativa de la orden a cumplir. Si la mano muestra  un dedo erecto, el diputado receptor de la orden pulsará la tecla del "sí"; si ve dos dedos, es que "no",  y tres, significa "abstención". Ha de responder a estas señales presionando la tecla o el botón correspondiente. Cuando la votación es nominal y está referida a decisiones de importancia, se vota a viva voz  desde cada escaño, con el protagonista votante erguido; Voto que responderá  a la consigna ordenada por la cabecera del grupo. Como es lógico -ya lo dijo Guerra- el que se mueve no sale en la foto.
      Esta es la realidad de cada día: se incumple el mandato constitucional y aquí no pasa nada. Consultado el Tribunal Constitucional, para que no hubiera duda ante las interpretaciones que algunos dieron a esta ilegalidad, ratificó lo que ya se dice en el texto constitucional, que el voto no se puede condicionar con mandatos imperativos.
     ¿Sí? ¡Como quien oye llover!
      Viene a cuento, esta reflexión referida al artículo 67-2 de la Constitución, por los cálculos que todos los comentaristas hacen sobre el resultado de una próxima sesión de investidura. Ya dan por hecho que en cada grupo parlamentario, sus componentes  votarán siguiendo el mandato del jefe de su cuadrilla, con lo que incurrirán en un incumplimiento de la ley de leyes.
      Esta conducta -la  de no votar en conciencia- nos  expone a  una tercera elección,  con los riesgos y costes que supone para un país que no está para perder el tiempo ni el dinero.
     Quiero decir que si los Diputados tuvieran libertad de voto, es muy probable, casi seguro,  que se resolvería este problema de una tacada.
     El jefe no debe imponer su criterio; el voto en conciencia -con más razón en situaciones graves como la que nos ocupa-  es democrático y libre.
     ¡En España seguimos con las cadenas puestas! ¡Viva la democracia!





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