lunes, 25 de julio de 2016

DESDE SIGLOS ATRÁS

      Los habitantes de la Península Ibérica  - parte española - arrastramos, desde siglos atrás, unas experiencias didácticas bastante pobres y otras crematísticas de cuello vuelto. La culpa no fue ni es de nadie y, sin embargo,  es todos. "Escuela y despensa", pedía a gritos dialécticos un aragonés regeneracionista llamado Joaquín Costa (finales del XIX y primeros del XX)
   "Escuela y despensa",  porque en la  Iberia sita en los límites de Europa, se cruzaron durante siglos los pueblos más diversos, condenados a padecer, mayoritariamente,  dos males crónicos: el hambre y la por algunos llamada santa ignorancia; todo lo cual no fue impedimento para contar  con minorías cultas y con casas fuertes:  aquéllas con reducida influencia fuera de la Corte y  éstas últimas -casas fuertes y con solera- bien dispuestas para arruinarnos en guerras, primero  familiares y luego nacionales. Así pasaron centurias con una  mayoría de españoles sumidos en el mismo estamento: el de los pobres, en gran parte analfabetos, metidos en luchas para ellos inútiles y empobrecedoras.
    Combinadas ambas circunstancias, hasta pueden servir para explicarnos la docilidad con la que todavía, por  razones genéticas (pues con otros argumentos no se entiende), estamos en manos de una generación de mal  llamados políticos, que no advierten que sus promesas de cambio, para  hacerse realidad,  tienen que estar apoyadas en cimientos o bases sobre las que edificar el rascacielos del progreso. Por lo menos en dos piedras maestras: que no falle la despensa, abastecida  con mínimos indispensables, ni la escuela de calidad donde fructifique la ciencia, el ingenio y la innovación como elementos rentables.
     Los pueblos que ahora disfrutan del que llaman Estado del bienestar, tienen esas dos bases bien resueltas. Y casualidad: se entienden y trabajan al unísono -por algo será-  socialdemócratas y
liberales,  para seguir ganando en la permanencia y mejora del buen pasar.
     ¿Y en qué mundo viven nuestros políticos, salvo  muy mermadas excepciones? En el de la dulce higuera, en camino hacia la ruina. A cambio, esos políticos nos ofrecen promesas a bote pronto, difíciles de costear por un pluripartidismo inestable, imposible y, al parecer, irremediable.
      ¿No queríamos bailar con la derecha? ¡Chúpate esa!




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