lunes, 23 de mayo de 2016

PRIMARIAS TRAMPOSAS

     Los partidos políticos, desde el momento en que se proclaman  partidarios de la democracia, tratan de guardar las formas en todas su actuaciones y siempre, siempre,  un núcleo importante de su equipo dirigente cumple lealmente, en el fondo y en la forma, con los mandamientos democráticos.
     Pero hay que advertir que para destacar en cualquier profesión, al protagonista se le exige talento, y,  para probarlo, ha de superar numerosas pruebas que lo demuestren. Esto no pasa en la política.       Triunfar entre políticos,  es una aventura muy rentable para el que sube sin méritos y  muy costosa para los contribuyentes que lo sufren. Lo malo es que el triunfador crea intereses y para defenderlos se crean escuadras sugerentes y combativas, capaces de vender la burra ciega llevándola bien acicalada de pueblo en  pueblo, repitiendo siempre el mismo sonsonete como, por ejemplo, "España es una nación de naciones", algo que puede ser un desgracia en manos de un incompetente.
     La exigencia de las primarias parte de este supuesto: los electores del futuro gobernante son tan listos que, por fuerza, elegirán al mejor. Falso de toda falsedad.  Pueden remitirse a casos prácticos que demuestran todo lo contrario. En el PSOE se cuentan varios fracasos que sirven de ejemplo.
     Gestionar y dirigir un partido político, capaz de asumir el gobierno de un país, es bastante más  difícil que dirigir una orquesta. Y compruébenlo: el que dirige a unos músicos previamente seleccionados con rigor -si quiere que el conjunto funcione-  es implacable, porque en ello va su prestigio; no le pasan ni una. En  política, al revés, siempre hay quien echa un cable hasta al que más desafina. En el primer caso se impone el talento. En el segundo el compañerismo.
      ¿Se pueden elegir directores de orquesta mediante unas primarias? Sí, siempre que los elegibles
hayan demostrado antes su valía. El inútil, por mucho que lo elijan, seguirá siendo un inútil. Por eso el PSOE -y no por otra razón- seguirá bajando escalones. Pero hay muchos intereses por medio y nadie enmendará la plana a nadie. Tienen algo con lo que consolarse: No son los únicos.
   




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