Si pudiésemos ver y oír las ideas con las que manipulaban la política en España algunos líderes partidarios del "cambio", podríamos medir su inmadurez y hasta su falta de lecturas o, lo que es peor, su ignorancia deliberada de la evolución admitida y criticada - pero implantada- en los países más avanzados del planeta Tierra; es decir aquellos que gozan de mejor nivel económico y social.
Los de verdad constatables, son los cambios experimentados por personajes políticos como Pablo Iglesias o Pedro Sánchez; y nadie sabe si son definitivos.
En el fondo, el móvil de ambos políticos fué desde un principio el mismo: anunciar distintas ofertas para captar más votos, no tanto para que prosperara España, como para situarse ellos en fase de bienestar a todo trapo. De otra forma no se explican "cambios" como los de Pablo Iglesias, capaz de pasar del insulto al elogio, de la cal viva a la dulce mermelada, para ganarse apoyos en las filas socialistas; ni se entiende la dulzura con que se recibían en el PSOE la ofertas podemitas y el reniego de los últimos días, como si les ofrecieran , ahora, la esponja empapada en hiel del oficio de tinieblas.
Cambio por cambio, el que les espera cuando, si triunfan cualquiera de las figuras citadas, vayan los listos de la clase a negociar en Bruselas el pago de la deuda que acecha a los españolitos que nacen, ¡nos valga Dios! Deuda que condicionará a los vivos -como ya sucede-; deuda causa de los cambios que nadie anuncia, pero pueden producirse a la vuelta de un año si Europa quiere.
Luego, como siempre a la hora de pagar, los peces gordos romperán la red y escaparán; los pequeños se colarán entre las cuerdas y se largarán libres de cargos. Pagarán por todos, los de siempre: las clases medias atrapadas por las agallas y sin escape posible.
O sea que, de cambio, ¡nada bueno! Va un café.
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