viernes, 27 de mayo de 2016

LA HEGEMONÍA DEL PODER

        Es indudable que España y  por ende los españoles tienen un serio problema sin resolver que se agrava al paso de los días: el secesionismo planteado en Cataluña, latente en el País  Vasco y tocando a vísperas en Galicia. Tal vez podría decirse que pasamos por una crisis del poder hegemónico.
        Desde tiempo inmemorial, los seres humanos se agruparon para convivir y hacer frente a los elementos hostiles que dificultaban la subsistencia personal y colectiva. Y se jerarquizaron.
        Todo país, por muy democrático que se estime,  además de regular las libertades, de promover la igualdad ante las leyes de sus ciudadanos y de procurar un cierto bienestar a todas las clases sociales, tiene constatado que el poder  -para gozar de estabilidad y cumplir sus fines- ha de estar estructurado a partir de una jerarquía bien disciplinada y montada sobre bases firmes,  con cuatro pilares básicos de actuación: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. El peligro  está, en que sin esas limitaciones, los jerarcas se vuelven tiranos, sátrapas, asesinos, ladrones... una lista interminable; todo menos santos.
       Esto es tanto como decir que el poder  necesita contrapoderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial,  también jerarquizados; e incluso el cuarto poder -la opinión pública-  sin el cual todo estaría más  podrido de lo que ya está.    
      Si  no hay jerarquía se corre el riesgo de que aparezca la anarquía o un régimen de dependencias basadas en el servilismo.  Desde el momento en que el Presidente de un gobierno nacional, percibe remuneraciones inferiores a las de una autoridad jerárquicamente inferior, o un guardia civil tiene peor salario que  su equivalente  -un policía autónomo-, se está cometiendo una injusticia y se resiente la  hegemonía jerárquica;  y esto no es bueno. Cuando el poder central decae, se abre la espita para que los poderes periféricos hagan de su capa  un sayo. Fríamente, lo que divide y fracciona nunca  dio buenos resultados.
      Nada más. Quería situarme para estar prevenido ante lo que puede sucedernos.

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