sábado, 6 de febrero de 2016

PROGRESISMO VISCERAL

     El éxito de muchos políticos se basa en una fijación: convertir la idea de progreso, que por esencia es racional, en un sentimiento que, también por esencia, es visceral. La idea "progresista" en manos de un profesor vocacional, no es igual (ni parecida) a la que maneja un político en busca de votos.
     Progresar, según la RAE, es "avanzar, mejorar, hacer adelantos en determinada materia", definición válida para referirnos al "progresismo político".
     Sé que cualquiera pasaría por "progresista" de vanguardia, si anunciara que va a defender -por citar un caso- la legalización  del suicidio , en casos irremediables de enfermos vegetativos. ¿Qué hace el político para llamar la atención y cosechar votos? Provocar al público, para que tome partido en pro de su idea, de forma apasionada. No hay como citar casos paradigmáticos para despertar, primero,  la atención del gran público y, luego, su apasionamiento  favorable a la aplicación del principio que dice defender: el suicidio autorizado en favor de la personas condenadas a una vida vegetativa.
     Veamos el problema territorial español. Particularmente me entusiasma que alguien se sienta poseedor del gran remedio que aleje de nosotros este zafarrancho  que ha de influir, forzosamente en la vida de todos los españoles, sean o no nacionalistas. Pero no hay tal. El planteamiento no puede ser más irracional:  se trata de contentar a las mayorías regionales, a costa de  una  mayoría de españoles. Para esto piden la consulta de las masas, previamente divididas y clasificadas en pueblos  (pueblo catalán, pueblo vasco, etc. ) por la vía emotiva,  plasmada en grandes manifestaciones patrióticas que se apoyan en una  falsa teoría  de raíz étnico-cultural. A esto le llaman progresismo. No  lo es.
    El progresismo consiste en que los pueblos se organicen, desde el poder, para tomar acuerdos que permitan, a sus habitantes,  vivir en paz y ayudarse a ser solidarios con los más débiles. Las competencias para ejercer ese poder, han de administrarse racionalmente.
    Esto de organizarse, desde la racionalidad, ¿qué quiere decir? Que  lo largo y ancho del espacioso mundo (el nuestro, el del planeta Tierra), sobran organismos que cuestan grandes sumas de dinero para mal gobernarnos. ¿A costa de quien? A costa de millones de personas que no cuentan con lo necesario para subsistir.
    Frente a esta realidad cargada de guerras, podría crecer un progreso racional;  pero es el caso que a los políticos no les interesa la racionalidad, por otra parte imprescindible siempre y cuando se quiera que triunfen las rectas ideas y no las pasiones.
    Ya les contaré.  Pero en principio sería bueno que no comulguemos con las ruedas de molino que por televisiones y otros medios se nos brindan como soluciones al alcance de la mano. Para ello habrá que hablar de la irracionalidad autonómica que se instaló en España con la Constitución de 1978.
    Que conste que personalmente me abstuve de votarla y así figura en acta. Y lo digo porque voy a razonar mi voto.



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