lunes, 8 de febrero de 2016

ELECCIONES PRIMARIAS.

     Las probabilidades de acierto de unas elecciones primarias, para designar a quienquiera que aspire a un  cargo político,  son muy remotas, por no decir que son  una lotería. El PSOE está viviendo en sus propias carnes las consecuencias negativas  que derivan de esa moda. Consecuencias que pueden ser fatales, a no  ser que se hayan tomado antes precauciones por quienes las convocan, para que no se presente a la elección el primer indocumentado que pasaba por allì.
    Aquí en España -incluidas Cataluña y Vasconia- la preparación que recibimos casi todos, para contar con elementos de juicio respecto a la que podría llamarse política constructiva, es muy elemental; por eso los políticos suelen abusar -salvo excepciones-  de palabra y obra y nos cuestan mucho más dinero del que se merecen. Las mayorías  primarias no suelen ser exigentes y aprueban a los nominados sin comprobar su valía.
     Esta simpleza de las elecciones primarias se puso en  práctica para elegir a los directivos del PSOE en la federación de Madrid y fué la máxima autoridad de ese partido, su propio secretario general, el que se puso a la cabeza de los que acordaron anular esa designación, sencillamente porque no convenía a sus propósitos. Ese asunto aún no está cerrado,  pero es un despropósito
     Nadie en su sano juicio confía la elección de un médico, de un ingeniero, de un simple futbolista, etc, para que  nos dé  servicios, a un grupo de aficionados. Antes de nada, todos ellos han de acreditar su profesionalidad mediante un título o historial de méritos que se constituyen en garantía de que, en el peor de  los casos, todos cuentan  con  superiores conocimientos de la materia, no precisamente primarios.
     Si el sabio no aprueba, malo; si el necio elogia,  peor. Esto de las primarias, es una pincelada de ficticia honestidad, puesta de moda por los populistas, carente de eficacia;  ellos como medio de elección lo elogian, pero en la práctica lo eluden; sus cuadros directivos ya estaban pre-elegidos en el despacho de los jefazos, incluido el general previsto para ministrar el ramo de la defensa armada.




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