viernes, 12 de febrero de 2016

HAY UNA DERECHA QUE ROBA

     En los cuarenta del pasado siglo -comienzo de la década del hambre-  uno de mis mejores amigos, según contaba, pasó  por tres pruebas en tres años sucesivos, que lo marcaron para toda la vida. Este amigo era de derechas, de esa derecha que trabaja y paga impuestos sin defraudar, que es muy sobria y que ha de estar vigilante para, sin caer en la miseria, labrar honradamente un porvenir para sus hijos. Es la derecha de las privaciones, la derecha que hoy llora por tener que cargar con las culpas de la derecha que roba. Todo porque a los responsables metidos  en política les han faltado redaños (huevos u ovarios) para cortar por do más pecado había a su debido tiempo (no digan que no se enteraban). A no ser que fueran cómplices, que está por ver.
     Mi mejor amigo tuvo que hacer oposiciones al término de la guerra y ganó plaza de auxiliar administrativo en una oficina bancaria. Lo destinaron a llevar las cuentas corrientes y de ahorro de la clientela y a calcular los intereses semestrales que deberían abonarse al titular correspondiente. Antes, recibió un listado de puño y letra de un directivo, para amenguar las cantidades a quienes se suponía que no dominaban las cuatro reglas. Mi amigo razonó y se negó. El consejo directivo lo echó de la empresa. La lucha llegó a los tribunales. Pero el disgusto se lo llevó mi amigo y no volvió al banco.
     Al año siguiente lo llamaron a filas y lo destinaron a una oficina militar, al mando de un teniente cuchara. Este se traía de su casa, a la oficina militar, unas hojas declarativas que nada tenían  que ver con el ejército. Según el cabo, eran unas listas  de abastecimiento que por llenarlas con urgencia, se pagaban a buen precio. Era una tarea propia de la burocracia civil. Mi amigo le hizo ver al cabo que eso era un abuso, se enteró el teniente que pronto encontró un pretexto para mandarlo al calabozo.
     Cuando se vió libre del servicio militar, mi amigo,  hizo nuevas oposiciones y ganó plaza en un departamento provincial del sector público.  Un abogado del departamento, ex-combatiente, que compatilizaba las tareas oficiales con el  ejercicio de  la abogacía a particulares, tenía por norma tramitar esos encargos con los chupatintas que cobraban del erario público. Mi amigo se negó. Y el abogado acusó recibo: "te acordarás de mí". Como el susodicho estaba harto,  le  dijo: "En el presupuesto oficial consta que yo gano 6.000 ptas. al año y usted 60.000,  sin contar su abogacía. Le juro por mis ancestros, que estoy dispuesto a perder lo mío, pero le advierto: usted perderá lo suyo y además, irá a la cárcel". No pasó nada y el abogado abrió despacho en una céntrica calle de la ciudad.
     Mi amigo, desde entonces, y ¡ya ha llovido!, no quiere nada con las derechas. Se abstiene.
     ¿Cuántos se han ido a la abstención? Buen tema para meditar si uno es sensible. Por ejemplo Mariano Rajoy.



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