martes, 23 de febrero de 2016

LAS ANSIAS DE PODER

     Cuando un político se presenta ante  masas ingentes de personas para ponerse a su servicio, y muestra su disposición a "dejarse la piel" en su lucha contra la injusticia y en redimir a  pobres y   desvalidos, no te conmuevas: los seres humanos están sometidos, como cualquier ser vivo, a las leyes de la naturaleza y tienen que luchar para supervivir como cualquier hijo de vecino: ganarás el pan con el sudor de tu frente.
     Es duro, pero no hay progreso  sin trabajo que le proceda ni cabeza que lo dirija. Lo más seguro al respecto es no olvidarse de que la escuela, primero, y la competencia, después, constituyen las bases sobre las que apoyar una vida digna y tolerable: una vida de, progreso.
     El político, mientras no se demuestre lo contrario, aspira principalmente a ejercer el poder. Es legítimo y, desde la más remota antigüedad,  los humanos se fueron agrupando en familias, en clanes, en tribus, en pueblos, en naciones, etc. y nunca faltaron quienes -equilibrados de mente para dirigir a hombres y mujeres- se hicieron con el poder y en algunos casos lo ejercieron con mayor o menor acierto y equidad: con prudencia, justicia, fortaleza y templanza en dedicación a los demás (ahora, en nuestros días, la llaman justicia social); si bien estos casos fueron rarezas.
     No se negará que por cada uno de los que "se dejaban la piel" y gobernaban con acierto, surgían otros diez o más que prometían mucho y luego daban poco o nada. La historia española está llena de ejemplos que fueron, para la mayoría, fuente de desgracias.
     Ahora estamos pasando por  un momento crítico. Nos ofrecen cambio a raudales y  reformas progresistas. Pero les fallan las bases ideológicas: una buena escuela y una buena preparación para enfrentarse a la competencia. Lo que ofrecen son subsidios y esto no coincide con el avance que se supone es el progreso.
     Es muy importante: no confundir progreso con progresismo.

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