miércoles, 10 de febrero de 2016

EXCESIVO NÚMERO DE POLÌTICOS

     Con alguna excepción, el PSOE - para ganarse la investidura- se manifiesta partidario de que los contratos laborales sean de duración indefinida y que el puesto de trabajo sea estable; sería el ideal a conseguir.
     Esta idea, traducida a la realidad monetaria remunerativa,  significa que el despido, aun siendo inevitable, debe estar  compensado como es debido. Pero estas compensaciones, por lo general,  no las paga el Estado o las instituciones oficiales complementarias; las pagan los empresarios que, sintiéndose  maltratados, terminan por echar el cierre o por deslocalizarse hacia países menos exigentes; terminan por no crear empresas, es decir puestos de trabajo.
      Lo lógico- en términos de justicia social  y solidariamente- es tomar partido en favor del débil. Por tanto, la mayoría somos partidarios del contrato indefinido y de que el  puesto de trabajo sea estable y de larga duración, como sucede con los funcionarios pùblicos.
      Además -sin duda alguna-  es injusto mantener diferencias, como en España,   entre trabajadores pùblicos y privados;  es una injusticia y así lo contemplaron los Estados totalitarios que en su afán de extender el  bien al común de las gentes, terminaron, -en aumento de la justicia social, tal  y como la entendìan-  por crear una nómina de trabajadores públicos macroscópica.
      De paso (como se constata en muchos países) se cargaron el progreso y la prosperidad al suprimir la competencia, aunque, eso sì, repartieron justicia haciendo que todos fueran, en vez de ciudadanos, sùbditos igualados en la carencia de medios y recursos, o sea en la pobreza. Iguales pero pobres, menos los amos del poder y amigos cómplices.
      En fin, cuando a esos súbditos se les dio la ocasión de elegir, la inmensa mayoría se pasó al territorio de la injusticia. Con lo que no estoy conforme, porque existe una tercera vía: la de la equidad, que es la de compensar a cada uno según sus méritos en limpia competencia, acompañada de la más justa  solidaridad en favor de los desasistidos.
      Es como mantener un equilibrio sólo posible en colectividades libres, cultas y sobrias. En nuestros días todo un milagro incompatible con la mayoría de los políticos al uso. Sobran y salen muy caros. Ese sería un buen objetivo para ganar elecciones: reducir el número de políticos a la mitad pidiéndoles indemnización por los servicios no prestados.



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