miércoles, 3 de febrero de 2016

A TOMAR POR EL CAMBIO

      Cuando Pablo Iglesias llegó a las televisiones  para exponer sus ideas políticas en público, atacó al PSOE con saña, acusó a sus directivos -entre jocoso e insultante-  de valerse del poder y de  su influencia política, de su falta de escrúpulos y de las puertas giratorias para su medro personal. Acabó Pablo Iglesias por situar a este partido, al PSOE en vías de extinción; una antigualla de politicastros constituidos en  "casta" a la que derribar sin miramientos para sanear a la Patria España...
      Cuando Pedro Sánchez se marcó el propósito de alcanzar el Gobierno de España,  después de haber insultado en un debate televisado al Presidente del Gobierno, de haberle negado el pan y la sal y hasta el diálogo político en el interés de España  y de los españoles, nadie daba un euro por él, ni en su propio partido;  pero tras ser nominado para formar gobierno, pese a  a contar sólo con una minorìa corta y dividida y a dar sus primeros pasos con aires de triunfador y en tono insultante, las cosas han cambiado. Pedro se siente el amo y, ciertamente,  para  otras cosas no valdrá pero como cuajaleches es un maestro.
      Cuando Albert Ribera asume  con espíritu patriótico  el papel de mediador y se muestra comprensivo sin tacha, frente a un presidenciable  que habla de "programa, programa, programa" y sólo muestra enunciados (¿en qué consiste su federalismo?), a él  - a  Albert, capaz de recitar  su biblia política hasta en verso- le dejan hablar pero le restan poder y puede terminar siendo un títere en manos de la cuadrilla socialista o, si no  se deja,  partiendo peras.
      Cuando todo esto -de forma directa o indirecta-  lo va a sufrir una derecha, sostén básico de  la Nación, con más de siete millones de votantes en peligro de arruinarse, gente buena, trabajadora y contribuyente a la que entre unos y otros -los de casa y los de fuera- la insultan y  le birlan el poder... es como para comer cerillas y gritar: ¡Viva la República!
      El PP, se ha ganado el derecho para, -con  serenidad, pero sin perder el pulso; sin levantar la voz aunque  con  argumentos bien razonados;  con arrepentimiento por hechos y desechos  en manos de la Justicia y por los que políticamente ya se ha pagado un buen precio-  decir y hacer algo.
     Se ha ganado el derecho, insisto, a distinguirse por una fuerte, digna  y leal oposición en defensa de una mayoría de españoles y de los valores que los  movilizaron para dar su voto
     ¿Qué ahora al Sr. Sánchez se le ha pasado el susto y quiere hablar con todos, incluido  el apestado PP? Claro que sí: hay que hablar. Pero esto tiene un precio. Todo menos que la derecha de siempre, moderada y centrada a gusto de la izquierda, la manden a tomar por el cambio. Seamos conscientes: la llave del teclado sigue en poder del PP.




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