martes, 16 de febrero de 2016

LA PÉRDIDA DE ELECTORES

        Si los partidos políticos corruptos tuvieran, entre sus directivos,  personas conocedoras del
pueblo llano, - sus inquietudes,  dudas, afanes, sentimientos y aspiraciones-  habrían descubierto que están perdiendo a chorros la confianza y credibilidad que depositaron en ellos y  en sus dirigentes,  la mayoría de quienes les votaron.
        En sus directivas, llenas de personas que pasan por cultas y al tanto de las últimas teorías sobre la  forma de ganar votos,  no advierten que tan importante o más que la ganancia, es la tarea de evitar la pérdida de electores.
        No es  tan difícil. Solo es preciso dejar que funcione el sentido comùn. Debieron empezar por saber, los tales directivos, que donde hay algo de valor ha de existir una vigilancia eficaz. Si alguien robara, se sabría, gracias a esa vigilancia,  el nombre del ladrón. Una reglamentación  interior podría despedirlo, sin perjuicio de llevar su caso a los juzgados. Los directivos han de dar ejemplo, en estos casos,  de eficiencia y de rectitud. Y no pasa nada. Al contrario. Se evitarían así muchos sinsabores.
       Bien: la falta de controles ya pasó. ¿Y ahora qué?
       Si no se tomaron medidas la cosa se complica. Más o menos tarde se confiará el caso a la Justicia, que tardará años en dictar sentencia. El suceso se divulgará en perjuicio de los partidos políticos afectados. El desprestigio de los políticos inocentes, pero afectados, es irrefragable.
       Habría sido mejor para los partidos contar, para su funcionamiento, con un reglamento de régimen interior. Podía autorizar tal instrumento legal que, sin  perjuicio de presentar la denuncia ante  el juzgado, se acordara  la suspensión preventiva de empleo y sueldo del o de los sospechosos autores del latrocinio. Esto no se hizo.
       Y de nuevo, ¿ ahora, qué?
       Ha sonado la hora de las grandes decisiones. Si no se hace la gran colada -ya lo dijo Javier Maroto-  los partidos afectados apestarán  de tal forma que no habrá quien se les arrime.
       Ha sonado la hora de pasar por el confesionario y ya se sabe: examen de conciencia, contrición de corazón, propósito de enmienda, confesión de boca y satisfacción de obra.
       Es duro. Pero no se ha inventado nada mejor para cortar la desbandada de votantes.


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