EL PRESTIGIO DE LOS POLÍTICOS.- El prestigio de las personas se traslada, para bien o para mal, a todas las instituciones o entidades que se ponen bajo su responsabilidad.
Por otra parte es indudable que si en un partido político se toleran -por acción u omisión- ciertas licencias a sus directivos -licencias que van en merma de sus valores morales -, se genera una pérdida de prestigio que, quiérase o no, se transmite a todo lo que tocan o manejan esos personajes.
A los políticos separatistas catalanes les ha hecho más daño la corrupción de sus líderes, que toda la dialéctica manejada por los detractores de sus doctrinas soberanistas.
Pero, pese a todo, los tales catalanistas partidarios de la secesión -contra viento y marea y pasándose el espíritu de las leyes por el forro-, bajo la capa de unas elecciones autonómicas, han montado un referéndum independentista con transcendencia internacional. ¡Un éxito para ellos por el eco que despierta
¿Y quién ha colaborado para que esta convocatoria goce de tan buena salud?
Yo creo que en cualquier país democrático donde se tomen en serio los fraudes de ley, esta monserga se habría acabado con la simple y sencilla destitución de los protagonistas del desaguisado, para lo cual hay argumentos y leyes de sobra.
Pues no: aquí -entre nosotros- no solamente damos facilidades a los políticos subversivos para que hagan de la capa un sayo, sino que colaboramos para que unas elecciones autonómicas se conviertan en una cita electoral plebiscitaria: les hacemos el juego, como si fueran verdad.
En resumen: los robaperas separatistas están manejando los destinos de una gran nación y los más afectados, los españoles, desde su propio Gobierno, facilitándoles la tarea.
La pérdida de prestigio de todos los gobiernos de España, sobre todo en el País Vasco y en Cataluña, empieza cuando el artículo 155 constitucional, quedó convertido en un trampantojo: en una ilusión con la que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es. (Así define al trampantojo el diccionario de la RAE).
¿Por qué sucede ésto? Por varias causas, algunas muy estudiadas, que en el fondo sirvieron de desprestigio para las personalidades políticas del Gobierno Central y, por contagio, del propio Gobierno y de los partidos que los sustentaron. Pero sobre todo sucede por miedo. ¿Miedo a quién? A unos fantasmas.
Esta es una, entre otras varias, de las causas que han llevado el voto al bando de los separatistas en una lenta pero irreversible pérdida de prestigio de los partidos de ámbito nacional.
Tendremos ocasión de volver sobre el tema.
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