sábado, 19 de septiembre de 2015

DIVAGACIONES DESDE VASCONIA LVI

LA PATRIA NO ES LA FAMILIA.- Sostener esta tesis no tiene por qué parecer un sueño, en un contexto social donde el número de divorcios, separaciones y nulidades consumados en España llega a la cifra de unos 130.000 por año. En punto a disoluciones matrimoniales estamos, porcentualmente, entre los diez primeros países del mundo. Pese a todo, la familia sigue dando más juego que la patria. La patria es una entidad más amplia en la que cada uno coexiste con otros semejantes con los que llega a coincidir en valores puramente circunstanciales: el idioma, algunas costumbres, la gastronomía, las aficiones lúdicas, el deporte espectáculo, los hechos históricos deliberadamente deformados o convertidos en mito, y cosas parecidas; todas de un valor relativo que -no se sabe bien por qué-, han sido deificadas y nos han llevado a mantener -con cargo a los fondos públicos- misioneros que mantengan vivo ese imaginario patriótico. Los llamo valores circunstanciales porque de haber nacido en otro país serían distintos, sin que alterasen nuestras vidas, como sucedería si -por ejemplo- perdiéramos la salud. La patria idolatrada viene a ser para algunos en la actualidad el elemento que les compensa de una pérdida: la fe religiosa, que escondía un afán de justicia (desconocida en este mundo); justicia que sería satisfecha ganándose uno el cielo. Al fracasar la religión, (y con ella la familia tradicional y posiblemente la patria) el cielo ha quedado sustituido por algo que parece tangible: el estado del bienestar, sostenible siempre que se resuelva esta incógnita: ¿quién lo paga? Porque pobres y ricos siempre los hubo;y para que vivan bien los segundos, tiene que pasarlo mal los primeros. Muchos han querido cambiar esta realidad. Lo bueno nunca llegó para todos. Lo único que han conseguido estos apóstoles del estado del bienestar, es que el buen pasar cambie de barrio; basta repasar la historia. <

No hay comentarios:

Publicar un comentario