lunes, 21 de septiembre de 2015

DIVAGACIONES DESDE VASCONIA LVII

     EL CAMBIO QUE YA SE ANUNCIA.- Aquel viejito, en la inmediata posguerra, cuando las plantaciones  patateras se vieron invadidas por un escarabajo voraz y se acertó a combatirlo con un compuesto de arseniato, me anunció: "cuando a la humilde  patata  hay que medicarla  para que no muera, algo está cambiando: vamos a pasar hambre".
     Tenía razón: fueron tiempos de por sí duros, dedicados a reparar los daños heredados de la gran tragedia de la guerra. Los españoles, en medio de un silencio impuesto, pero a pesar de todo aceptado, dieron un cambio tal que, contra todo pronóstico, tras mucho sufrir, al cabo de casi cuarenta años, admitieron las bases del diálogo y la actitud moderada para -haciendo de tripas corazón- llegar a entenderse en cuatro cosas básicas. Así llegó la  democracia.
    La transición puso a funcionar  una serie de instituciones, dentro de un equilibrado reparto del poder. Parecía que todo iba bien. Y sin embargo,   se abrió de nuevo  la lucha de clases -argumentos reivindicativos con  dosis añadidas  de revancha vengativa y una fraseología grosera -, todo ello al amparo de  la libertad de expresión. Alguien -posiblemente otro viejo -,  avisó: "¡Volvemos a las andadas! Esto puede terminar otra vez a hostia limpia".
    Empezado el melón del "aquí todo vale", reaparecieron con fuerza los siempre insatisfechos separatistas y,  a la voz de "somos singulares",  negaron  que su ADN originario se  difuminara y ya no fuera el que fue a fuerza de siglos y de darle al manubrio y otros meneos.
    De  este revoltijo, con  el escarabajo devorando a la humilde patata, todo el sacrificio, todo el sufrimiento de varias generaciones de españoles (catalanes incluidos) se nos va  ahora por el sumidero, a sabiendas de que pase lo que pase, esta batalla que se libra, no es gratuita  y hasta puede ser violenta. Las  peleas que empiezan con ambiciones desmedidas y codicias racistas, en beneficio de unos pocos, suelen resolverse por la fuerza y, en la lucha,  siempre salen perdiendo  los débiles.
    ¿Quién viene a manejar el cambio que se anuncia y a quién beneficia? No se sabe, pero no hace falta ser adivino para decir quiénes van a pagar los platos rotos.
   

No hay comentarios:

Publicar un comentario