lunes, 30 de marzo de 2015

UN CENTRO INDEFINIDO

    A todo  el que se sienta políticamente moderado y por añadidura centrista,  hay que decirle bien a las claras dónde está su sitio, para salir de una nebulosa que nos impide saber adónde iremos a parar cuando aterricemos.
    ¿Hay un partido centrista en España?  ¿Cuáles son los valores  base de una política centrista? ¿Qué quieren aquellos  que se llaman centristas? No está claro.
    Hay unos rasgos identitarios, que sin ser definitivos, nos pueden orientar a saber que sitio ocupa cada partido.
    Ser de izquierdas  -en nuestros días- , tiene una meta: el bienestar de las colectividades más desasistidas Que lo consigan es otro asunto, pero las izquierdas pretenden mejoras orquestadas desde el sector público; sector que para funcionar necesita de los dineros aportados -de una u otra forma- por  personas productivas y consumidoras. Ellas corren con el gasto. 
    Ser de derechas - también en nuestros días- equivale a mantener unas fronteras solidarias, a veces en nombre de la  patria (lo mismo grande que chica),  en beneficio  principalmente de los  concomitantes (de los suyos), lo mismo se trate de personas que de grupos  mas o menos afines. Ahí, en la derecha,  están los nacionalistas en el sentido más amplio del término, aunque algunos presuman de izquierdistas. Se sienten generosos y justos, pero  hay  pruebas de cómo los nacionalismos se pagan por todos en beneficio sustancioso de unos  cuantos y no pocos.
    Ser de centro es una cosa rara. No se aclaran. Particularmente pienso que deberían promover la vigencia de los derechos humanos  en su sentido más amplio y auténtico, es decir, de verdad; no unos derechos humanos aparentes, disminuidos, sin nervio. Unos derechos humanos "individuales"  -no nos engañemos- reconocidos en favor de cada persona, de cada individuo,  por encima de todo otro derecho atribuible a  pueblos,  naciones,   estados, partidos políticos o colectividades de inferior rango,..
    El centrismo  equivale a pensar en (y defender)  todos los derechos  que convienen y favorecen al desarrollo de la persona, como individualidad a proteger.
    ¿Por qué lo digo? Porque si no empezamos por saber dónde estamos políticamente, mal asunto. Reducirlo todo (y digo todo) a la búsqueda de soluciones económicas, -como sucede en nuestros días-  es ceder en perjuicio de lo principal  (la persona)  y en beneficio de soluciones parciales, incompletas e injustas, que terminan por desnudar a un santo para vestir a otro.
   La Carta de las Naciones Unidas,  disposición asumida expresamente por la Constitución Española, puede ser la guía, el programa del centrismo. 
    Pero ¿se cumple o no este mandato de las Naciones Unidas?
    Por ejemplo, subvencionamos a los partidos políticos y a los sindicatos (colectividades) con generosidad  y olvidamos a los niños (personas)  que pasan hambre en familias condenadas a no salir de la pobreza. Es un caso sangrante, como tantos otros en los que el individuo, la persona,  esta indefensa mientras se protegen colectividades que deberían  sostenerse por sus afiliados si, como quieren demostrarnos,  su dedicación es  vocacional. En España  la realidad nos prueba todo lo contrario. 
    La Carta de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas  sólo reconoce los derechos individuales, frente a cualquier otro por muy colectivo que sea el demandante. Pero en España la, política admite la paradoja. Otro ejemplo: pese al imperativo constitucional: de hecho no existe  la libertad de enseñanza. Dicen que sí,  pero es que no. Otro día hablamos. 
  Conclusión: siendo así, en España no hay ni un solo partido centrista.  El individuo,  con muchos deberes y pocos derechos, está sometido a un totalitarismo encubierto en beneficio de colectividades que se llevan la tajada del león, corrupciones aparte. 

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