Las promesas de "cambio" formuladas por los políticos en los prodigados períodos electorales que padecemos los españoles, están más manoseadas que las ubres del ganado vacuno. Hablan de "cambios" pero nunca los precisan e informan con claridad sobe su alcance, ni a quiénes van a afectar entre los ciudadanos de a pie, ni cuánto van a costar al sufrido contribuyente.
Según las estadísticas que circularon por España cuando los gobiernos socialistas negaban la crisis, allá, por los años 2007 y 2008, se contaban, una vez paralizadas las obras, un millón trescientas mil viviendas inacabadas y cuatrocientos mil millones de euros perdidos en esas construcciones.
Posteriormente se han filmado documentales sobre los parajes ocupados por esos fantasmales cementerios de ruinas de ladrillo y de su inutilidad para dar algún servicio.
Pudieron haber sido una solución para algunos de los sin vivienda, pero no lo fueron ni lo serán por dejaciones de los que ahora nos anuncian el milagro del cambio, contando con la desmemoria del pueblo.
Tal como están las cosas habría que pararse a pensar que, si los gobiernos no innovan e idean soluciones para preparar núcleos urbanos asequibles a las economías de cortos vuelos, que son las que llenarán nuestras poblaciones, será el pueblo (es decir los más necesitados de ese pueblo) los que buscarán la solución por medio del chabolismo con todas sus nefastas consecuencias.
Bien merece la pena estudiar alguna solución para lo ya construido y aprovechable. Ahí tienen un "cambio" a la vista, de una herencia olvidada por una mala política que tiene sus responsables, algunos de ellos aún ejerciendo como políticos ilustres.
Pero no se preocupen; todo seguirá igual a como está.
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