viernes, 6 de marzo de 2015

UN ANÁLISIS INÚTIL

   La moderación en el ejercicio de la política es fruto de una actividad reflexiva y tolerante. El moderado, lo único que pide a cambio, a sus adversarios,  es que le paguen con la misma moneda y sin perder la compostura.
   Examine usted el comportamiento de nuestros políticos y a nada que fríamente quiera darles nota, se encontrará que los hay de dos clases: los que hablan poco,  se ciñen a exponer con humildad cómo van sus tareas y, además,  tienen  la virtud de rehuir  la formulación de opiniones sobre asuntos y personas que no hacen al caso;  y los que se avienen a tocar todos los palos.
   Y examine, también, cómo los interrogadores suelen verter  el agua fuera del tiesto y hacen peguntas impertinentes, con tal de poner contra las cuerdas al interrogado.
    - ¿Me podría decir si el Presidente Sr. Rajoy piensa publicar el nombre de sus candidatos antes de que se celebren las próximas elecciones?.
    El tono del pesquisidor era chulesco, la pregunta estuvo hecha con la suficiencia del necio y en actitud de espera,  como la de un perro cazador que acecha el salto de la liebre para lanzarse en su persecución a degüello.
    La interrogada, Vicepresidenta del PP, aguantó el varetazo y hay que agradecerle su buena educación en la respuesta, lo que nos permite decir que todavía hay clases. No clases sociales, sino culturales, porque la buena educación es un valor cultural.
   De todas formas, parece hasta mentira que quienes aceptan esta suerte de interrogatorios,  donde se toleran las preguntas mastuerzas (necias y porfíadas), no tengan un burladero para salvarse de la cornada. Es muy sencillo: basta con pedir por favor, con la mayor educación y sostenida calma, que repita la pregunta al que la hizo; así,  varias veces, hasta que el  interrogador se de cuenta -si quiere- de que lo están chuleando. Y si no quiere, pues no se contesta y en paz. Surte efectos; se lo aseguro.
   Alguien ha de empezar a romper una chulesca costumbre.
 

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