sábado, 14 de marzo de 2015

TODAVÍA HAY CLASES.

   Los españoles mejor preparados, los más solventes, si se quiere los más insignes, no suelen,  salvo excepciones, concurrir a las listas electorales; no quieren ser candidatos. No comulgaron con el dogma de la igualdad ni se echaron a la calle a ver quien cumplía  mejor con la doctrina de una democracia sin relieves, plana,  insulsa, y pringada de basura; no quieren la democracia  del tuteo sin sentido, del todo vale para  mi convento; no están por una democracia desclasada, insolidaria y quejumbrosa y , en consecuencia, cómplice frente al pelotón de inconformistas que se ejercitan en el derecho al pataleo.
   No creo que los españoles, mejor preparados, más solventes  y hasta insignes, muy repartidos en el seno de la sociedad española, estén ubicados entre las clases más acomodadas; no lo están.
   A lo largo de una vida activa, obligado a recorrer  calles y a tratar personas, he llegado a conocer a muchos hombres y mujeres cabales;  los he visto y encontrado  entre entre familias que, con  pocos medios económicos, vivían con dignidad; personas que resolvían  sus problemas sin faltar al cumplimiento de unos deberes éticos. Son los que menos se fían de unos políticos al uso. Todavía hay clases.
   Curiosamente, estos políticos a la violeta, por mayoría  se apuntan al cambio. ¡Qué farsantes! Y más los que se dicen no ser de derechas ni de izquierdas para mejor vender una mercancía averíada.
    Todos  iguales ante la ley, pero no me negarán que es un objetivo incumplido  en demasiadas ocasiones. Todos conformes con la igualdad de oportunidades, pero no sucede así y en ello pierden más los que más valen. Todos equiparados para aportar una cuota proporcional a los ingresos de cada uno al ,erario público, pero es otra mentira de bulto; todos con derecho a  un salario justo, pero para empezar no hay español que por su gusto quiera contratar asalariados y sí hay un anhelo muy extendido  por vivir con la ayuda de un subsidio.
   El día en que la mayoría de los españoles empiecen a entender que no  es lo mismo igualdad que equidad, se habrá dado el primer paso  para el gran cambio que todos prometen y pocos entre ellos podrían llevar a cabo.
   Ese gran cambio exige gran dedicación y unos valores éticos que se quiera o no,  han de cumplir los llamados a llevar  la cosa pública; llevarla sin descalificaciones o insultos para el rival y sin   consideraciones irrespetuosas para los subordinados.
    Hoy por hoy, no se ve el  cambio. Cuando los,políticos en el día a día se ponen a parir, están demostrando su poca vocación y nula valía para el oficio que desempeñan.  No los veo. Son  muchos y mal avenidos. No los que nos deben mandar. Ni todas las democracias son buenas y útiles;  una verdad que pocos admiten. ¡Todavía hay clases!




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