viernes, 20 de marzo de 2015

GLOBALIZACIÓN QUE NOS APLASTA.

    No todos los seres humanos advierten la influencia que ejerce en nuestras vidas el fenómeno de la globalización. Y digo advierten cuando en realidad debiera decir "no todos advertimos", porque más menos a la mayoría  se nos priva de los elementos de juicio necesarios para detectar con precisión cuáles son los efectos de algunas medidas, imprevistas por supuesto,  que pueden hundir la economía de un pueblo con gravísimos perjuicios para seres humanos inocentes.
    Túnez como  nación, como pueblo, ha sido víctima de un terrorismo globalizado que consigue, por la vía del miedo, que su principal fuente de ingresos, el turismo, se reduzca hasta poner al país en riesgo de empobrecerse.
    Ciertos países productores de petróleo ven comprometidos sus programas sociales, porque determinados poderes capaces de alterar los precios en los mercados internacionales,  hacen que esta energía fósil se cotice a la baja, sin que los afectados puedan hacer otra cosa  que esperar a que los vientos que soplan cambien de rumbo. Podría suceder otro tanto, en otros países, si los especuladores apostaran al alza.
    Algunas de esas medidas afectarían a España a nada que  en las bolsas mercantiles donde se decide, por ejemplo, el precio de  algunos  cereales se registraran cotizaciones a la baja provocadas artificialmente.
    ¡Claro que se podrían arbitrar fórmulas para combatir estos abusos! Pero seamos sinceros: ¿Han visto a nuestros políticos preocupados por estas realidades y anunciando la defensa de los intereses de España en Europa cuando se pone en peligro el bienestar de nuestro país? Algo habrá, pero muy poca cosa. Por lo menos en España nadie, ningún partido político, que se sepa, anuncia en sus discursos electorales la adopción de medidas contra los efectos nocivos de la globalización, manejados en beneficio de unos pocos.
    Esto es lo que se espera de una Unión Europea con  fuerza para defenderse e imponer  criterios globalizadores justos; tal y como, al parecer, han hecho desde los EE.UU con la Banca Privada Andorrana.
    Aquí, en Europa, podrían mirar a otros paraísos como el de Gibraltar, tan necesitado de un cambio en beneficio de los negocios limpios y de la zona deprimida generada en torno a la Roca. Estos cambios no entran en el cálculo político de  los partidos españoles,   nunca  sabremos por qué, a no ser por las miras tan cortas de sus dirigentes.

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