martes, 14 de enero de 2020

NO ES UN SUEÑO

   
      Recuerdos de la postguerra del 36, año de 1941, cuando racionaron de una tacada  el pan, el aceite  el azúcar y el café y surgieron -para aliviar carencias- los sucedáneos- el pan negro, las grasas sebáceas, la miel y el grano de cebada listo para el tueste y uso en las cafeteras.
      Todo ello acompañado de una pérdida de valor de la peseta y duros de plata,  que desde la guerra misma fueron desapareciendo para ser sustituidos por aleaciones innobles y al fin por el papel evocador: el billete y la idea conmovedora de que  "cualquier tiempo pasado fue mejor"...
      ¡Qué tiempos! Todo objeto o servicio de valor encarecía por semanas y daba paso a un vicio que imprimió carácter: vivir al día y perder el respeto al ahorro. Entonces se hizo popular el estraperlo; y la tuberculosis, controlada en aquellas calendas con una rica alimentación proteínica; receta imposible que se extendió por España como si fuera gloria. Y la gente fumaba para achicar el hambre; las mujeres también y así  fue cuando empezaron a redimirse. No hay mal que...no trajera consigo algo bueno.
       Con ese clima de pistón y cuello vuelto -como decían los cursis - algunos se hicieron millonarios y yo sé por qué: le sacaban partido hasta a la chatarra si los de "arriba" hacían la vista gorda, igualito que ahora pero con otros collares.
        ¿Entonces qué camino nos queda?
         Esta es la cuestión.  Y un servidor aprendió en carne viva y apaleada, que el misterio se domina con el estudio. No confundir la titulación -que siempre ayuda- con un experimentado sentido común que se orienta con libros y donde el que más sabe más aprovecha.
        Para que un país prospere se necesita muy buena escuela y mejor si la familia enseña pese a que las mayorías no lo tengan en cuenta. Por eso, están arriba unos y abajo otros. Salvo excepciones.
      No es un sueño.
   
     

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