sábado, 18 de enero de 2020

COMER, BEBER Y ARDER...

     Tomo el título -latiguillo de tiempos pasados- por cuanto tiene de expresivo: los artículos de comer beber y arder estaban sometidos a un rigurosa presión tributaria y una red de casetas elevadas en las afueras de villas y ciudades servían de refugio a los celadores que cobraban el impuesto municipal antes de autorizar el paso al portador con su mercancía al núcleo urbano.
      Vean: el poder municipal se sostenía con dinero recogido encareciendo los productos de primera necesidad. Este proceder, ahora con otras características sigue vigente (véase el IVA) gravando los artículos de primera necesidad
       Antes la recaudación se hacía por  funcionarios municipales o equivalentes trabajadores a cargo de la hacienda pública. Ahora el recaudador es el sufrido contribuyente obligado a costear el cálculo de lo recaudado o por percibir y a responder con precisión de la entrega de lo recaudado y por recaudar al erario público.
       Todo este proceso, cuyo cumplimiento se exige con rigor, invita -por no decir obliga- a la víctima tributaria a cerrar el negocio y a ejercerlo desde la clandestinidad de mala manera -mercado negro- y con las persianas del ya inútil despacho o comercio, etc. echadas por tiempo indefinido.
      Observen ustedes: a medida que disminuye el número de contribuyentes que daban trabajo, aumenta el número de políticos bien pagados que además presumen -salvo excepciones- de ser listos, diligentes y sacrificados por el bien común.
      ¡Chúpate esa!

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