Mi deseo, a toda costa, es que la enseñanza en España sea -por buena y eficaz- admirada por los más expertos y exigentes profesores y maestros dedicados a la docencia. Hoy esto no sucede porque padres, madres y demás familia se conforman con lo que tienen sin analizar ni saber lo que se pierden.
De tal palo tal astilla y si los gobernantes de los pueblos creen que el progreso avanza influido por la doctrina, tendremos políticos doctrinarios que quieran o no, recurrirán a los dogmas -aunque sean una falacia- cuando así les convenga a ellos. España es, fue y será doctrinaria si la escuela no cambia de rumbo y abre camino a la ciencia experimental, seguiremos atrasados. Y no pido excesos, porque hasta esta solución tiene sus límites y fracasos si de ella se hace doctrina cerrada.
La docencia españolizada - secesionista en gran parte (por no decir belicosa con disfraces de signo humanitario al uso)-, vive entre creyentes de buena fe que apenas progresan. Pueden comprobar y -salvo excepciones- que sucede todo lo contrario. Rogaría al lector que compare el destino de una mayoría de jóvenes españoles con el equivalente de suecos o alemanes o suizos de su misma edad.
Por eso digo que la escuela moderna a la española y a punto de ser progresista a medias, prosperará de verdad allí donde la enseñanza científica se sirva a domicilio. Y esto sólo es posible entre padres y madres bien informados.
El español pierde mucho tiempo en idear fronteras y -si me apuran- alzando murallas-, donde puedan prosperar quienes estén dispuestos a ser los amos donde tener esclavos, con otro nombre (claro está).
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